Doce de octubre
Poquísimas naciones, por no decir casi ninguna, pueden hacer gala de un patrimonio histórico, artístico, cultural y aventurero como la nuestra. Pero el complejo de inferioridad y el absurdo temor a ser tachado de facha, de patriotero o de otras lindezas similares, hacen que apenas podamos manifestar el legítimo orgullo de sentirnos hijos de esa nación, salvo que coincida con algún triunfo en una competición deportiva. Fuera de esto, enarbolar una bandera de España es causa de sospecha culpable, incluso ante no pocos miembros de las fuerzas policiales. Frente a una parte de activos españoles separatistas que nos han ido creciendo como hongos, por la torpeza y dejadez de los sucesivos Gobiernos de España, hemos ido bajando los brazos con indolencia. No hemos sido capaces de enfrentarnos a sus mentiras y demagogias, dejándoles vía libre a sus manipulaciones: desde la escuela hasta el último rincón del hogar a través de las televisiones. Españoles que han transformado la rica singularidad de la parte de España que habitan, en arma arrojadiza contra el resto. Son los efectos lógicos de nuestro abandono ante el combate cultural contra sus mentiras. Como por ejemplo, explicando el significado de fechas tan trascendentes para la humanidad, como lo fue la del doce de octubre; intentando construir un patriotismo integrador. Patriotismo que no se basa en menospreciar ni despreciar al otro. Que sólo pretende poder manifestar el amor hacia lo nuestro, un amor que no deja de ser crítico y amargo por tantas cosas que no nos gustan. Pero a diferencia de los secesionistas, sin necesidad de manipulaciones demagógicas; sino defendiendo la verdad de nuestra historia, que si tiene sombras, también luces. Y luces que alumbraron un imperio.
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