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¿Timidez o mala educación?

13 de Octubre del 2016 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

El otro día, aprovechando este veranillo, sentados en un banco a la sombra con el grupo de amigos de siempre, comentábamos sobre La Fundación promovida por la Agencia Efe, asesorada por la RAE (Fundéu). Repasábamos lo que este organismo recomienda para ayudarnos a expresarnos y a tratar de escribir correctamente en la lengua de Cervantes y, a la par, modernizarnos. Procurando al mismo tiempo tomarle la delantera a la, algunas veces, algo perezosa Real Academia de la Lengua. Esta fundación, nos trae fritos haciéndonos estar bien alerta y al día, a la hora de plasmar ordenadamente nuestro alfabeto sobre la pantalla del ordenador, la del teléfono móvil y sobre el cada vez menos utilizado papel vulgar. Su objetivo: que estemos ojo avizor a la hora de escribir para procurar hacerlo correctamente.

Por otra parte también comentábamos que, más reposada y sencillamente, Darío Villanueva (director de la Real Academia de la Lengua) nos dice: nunca censuraremos el diccionario porque no es propiedad de la academia ni de nadie: pertenece a todos los que hablan español, que son sus auténticos dueños. Tranquilizándonos con el uso de palabras de léxico general utilizadas en España o en los demás países de habla hispana. Sirva como ejemplo una de las palabras de máxima actualidad, comentada en Fundéu y utilizada constantemente en nuestras diarias relaciones sociales: whasapp y que ahora ya nos autorizan a decir wasap y su derivado wasapear, en alusión a la escritura en este medio de comunicación. El Director de la R.A.E., nos tranquiliza diciéndonos que el whatsapp no destruirá el idioma ya que tampoco lo hizo, en su día, telegrama, ni siquiera las hermosas palabras guaje o chigre, importadas todas de ese idioma antiguo, dominante y anglosajón.

Mi inseparable amigo jubilado, Bras, de golpe nos espeta:

¿Sabéis qué?, yo cada vez uso menos para comunicarme el guasap ese; ahora tan de moda. Por un lado está el sacrificio que me cuesta a mi edad el manejar ese diminuto teclado del teléfono que, muchas veces, se suelta a escribirme lo que yo no le mando y, por otro lado, la mayoría de familiares, amigos y conocidos a los que escribo con tanto sacrificio, ni siquiera me contestan (ni los jóvenes ni los viejos). ¿Será que les ofendí en algo algún día y no lo sé?, ¿será que no les interesa mi jerga?, ¿será que son mal educados en estas lides? o ¿será porque ahora se lleva así? Menos mal que ayer mi nieto me ilustró, convenciéndome de que no era por ninguna de esas cuestiones. Ni tampoco por culpa de ningún otro calificativo que pretendiesen mis amigos no contestándome si no que, simplemente, se trataba de que con toda seguridad una gran parte de ellos eran tímidos y les daba corte el hacerlo. Lo comprendí perfectamente cuando me dijo mi nieto a modo de ejemplo: -Abuelo: a tus amigos les pasa como te pasaba a ti cuando me comentabas que en tú época de niño te daba vergüenza que te oyesen los vecinos de la aldea hablar en castellano con los tíos de Madrid, cuando venían al pueblo los veranos y, entonces, tú te tapabas la boca porque tenías miedo a resultar ridículo. -Para seguir, mi nieto, preguntándome: -¿no usas el Facebook, abuelo? -¿El qué, neno?, -le dije. Aclarándome él seguidamente: -es un sitio web de redes sociales creado por un americano, un tal Mark Zuckerberg. A través de ese sitio, las personas se comunican contándose sus cosas unos a otros. Lo peor es que ahí también, como siempre ocurre, hay personas que solo miran, observan, se enteran y nada dicen. Igual que aquéllas que tú me contabas abuelo, que te los encontrabas cuando ibas al molino o al mercado, que todo les interesaba y, sin embargo, nada soltaban. Quizá sea por aquello de que en boca cerrada no entran moscas ni salen.

Ahora estoy convencido y, por tanto, me quedo tranquilo viendo que me persuade el razonamiento del nieto de Bras pero, personalmente, estimo que tendrá que pasar un tiempo hasta que nos acostumbremos a utilizar el micrófono grabador del guasap ese, que nos ayudará y evitará quedarnos callados saltándonos a la timidez y a la vergüenza, contestando al que nos escriba cortés y educadamente, sin cortarnos, como si estuviéramos hablando en vivo y en directo en nuestra cocina. Entretanto, que no lo hacemos ni escribimos, siquiera abreviemos colocando un emoticono de esos que nos permite el sistema, con cara de risa o de alegría, y de esa forma corresponderemos al que nos escribe y haremos lo que normalmente hace una persona educada cuando se encuentre por la calle con ese mismo familiar, amigo o conocido al que le dice: ¡Buenos días!, ¿qué tal?, ¡tanto tiempo!, ¡me alegro de verte! (o de oírte).

A pesar de que siempre habrá humanos con dudosos comportamientos con respecto a lo hablado, tratemos de sacudir nuestros perjuicios, amigos. No seamos niños tímidos. Seamos corteses y educados con los demás, que no es tan costoso. ¡Qué menos!, ¿verdad?

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