Razones para llevar a efecto la ley de Memoria Histórica
Estamos asistiendo a distintos tipos de turbulencias en el devenir de la ley de Memoria Histórica, a raíz de la paralización temporal de la exhumación de las 25 fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo ordenada por el juez Baltasar Garzón.
Entendemos por memoria histórica el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado. Y en la citada ley se reconocen y amplían derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura.
Son ya pocos los que vivieron la tragedia de la Guerra Civil, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos vemos en la Guerra Civil una especie de punto de corte, de escisión en la historia de España que ha imposibilitado en gran parte un sentimiento de verdadera unidad y de pertenencia a una historia y a una misma nación.
Son múltiples las razones que han impulsado esta ley: deuda histórica, superación de una etapa de nuestra historia, reconocimiento a las víctimas, etcétera.
Me quiero extender aquí en una razón que me parece fundamental para la salud mental individual y social, y que es la de que esta ley posibilita la vivencia de un duelo que ha sido diferido durante muchas décadas y que ya va siendo hora de afrontar.
Llamamos duelo al proceso por el que una persona que ha perdido algo importante para ella (como algún ser querido) se adapta y se dispone a vivir sin ello. Durante el período de la Guerra Civil se produjo una pérdida de la seguridad básica, tanto en el mundo interno de cada persona (estado de hiperalerta) como en el externo, dada la situación bélica y de conflicto, con unas relaciones sociales muy deterioradas.
Uno de los aspectos fundamentales de la ley de Memoria Histórica fue el de las fosas comunes. En ella se dice que el Estado ayudará a la localización, identificación y eventual exhumación de las víctimas de la represión franquista, cuyos cadáveres se encuentren aún desaparecidos, a menudo enterrados en fosas comunes.
De lo que se trata es de que todas las familias que tienen muertos de la Guerra Civil, fueran del bando republicano o del nacional, puedan realizar el ritual del duelo. Y para ello han de realizar una serie de tareas, siendo la primera la de constatación de la pérdida (el cadáver). En nuestra cultura se realiza una serie de tareas (rituales) para ayudar a la familia en duelo, como es velar el cadáver, la celebración de un funeral de cuerpo presente del difunto, dar el pésame a los familiares, depositar algún símbolo en la fosa al ser cubierto de tierra y, posteriormente, visitar y llevar flores a las tumbas. Tras estas ceremonias, hasta la reglamentación laboral proporciona un tiempo a los familiares más directos para hacerse a la idea de la pérdida.
Durante la Guerra Civil española esta tarea quedó en suspenso, quedó pendiente, no se pudo llevar a cabo al no darse las mínimas condiciones de seguridad en ese tiempo. Miles de cadáveres fueron enterrados en fosas comunes, arrojados en zanjas o en cunetas como a perros, y privando a la familia y en general a la comunidad al derecho a honrar a sus muertos y a integrar este hecho en su historia de vida, al no darse el proceso de elaboración que supone el duelo por no haber dado tiempo para el mismo.
Entonces, ¿por qué molesta a muchos el derecho legítimo de enterrar dignamente a sus muertos?, ¿qué es lo que les molesta realmente?
Facilitar esta tarea supone proveer un entorno seguro para considerar la pérdida, con un total apoyo institucional a nivel estatal, autonómico y local, también judicial y administrativo, realizar algo semejante a un rito en el que se pueda dar existencia social con exhumación de las fosas comunes y enterramiento individual donde los familiares puedan nombrar al difunto.
Esto les permitirá experimentar emociones y afectos sinceros, desde la tristeza a la rabia, en vez de la ambivalencia y la culpa que hasta ahora han sentido por lo que han considerado un comportamiento cobarde, como es el de no haber enterrado a sus familiares muertos durante la guerra de una forma digna.
En definitiva, de lo que se trata es de que los familiares de las víctimas de esa etapa tan traumática de nuestra historia puedan construir un mundo que tenga sentido para ellos, ya es hora. Y que el odio, la rabia, el rencor con el que de alguna forma han vivido queden anulados en la expresión del duelo y que podamos vivir todos en esta España libre de las ataduras invisibles que supuso pasar por una guerra fratricida y una dictadura.
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