No más país en funciones
El escenario que se dibujaba en pasado miércoles día 12 en la tribuna de autoridades durante el homenaje a la bandera, con ocasión de la Fiesta Nacional, no fue precisamente lo más grato. El país lleva demasiado tiempo en funciones, hay asuntos presupuestarios que atender y una monumental crisis territorial que debería ser abordada de modo conjunto por los partidos constitucionalistas.
Afortunadamente, la democracia española se asienta sobre instituciones muy sólidas, y lo que en otros tiempos hubiese provocado salidas extremas, hoy, eso sí, produce hastío y desafecto. Mucho desafecto.
La falta de un Gobierno elegido por el Parlamento puede llegar a su fin el 29 o 30 de este mismo mes de octubre, si Mariano Rajoy consigue apoyos suficientes mediante la abstención de una parte o la totalidad del Partido Socialista. No es fácil, y se es consciente de ello, convencer a la militancia y a muchos dirigentes del PSOE de la necesidad de abstenerse ante Rajoy, pero el argumento es tan sólido que no tiene réplica: si no es así, España afrontará unas terceras elecciones que no vienen bien al país porque suponen devaluar el voto popular, ni le aseguran a los socialistas una mejor posición en el Congreso. Más bien, todo lo contrario.
A pesar de las dificultades, el comité federal socialista debe
reflexionar que no puede llevar a España a la repetición electoral. A partir de ahí, se pueden buscar otras soluciones, prestar la abstención de unos pocos, la de todo el grupo o compartir la decisión con otros partidos.
Por su parte, el candidato Mariano Rajoy debe explorar las condiciones que le pondría el PNV, por ejemplo. Pero, incluso así, los diputados socialistas tienen que estar dispuestos a que Rajoy salga investido presidente la última semana de octubre; después, tiempo tendrán para atender las dificultades internas del PSOE y al diseño de su estrategia de futuro.
Va siendo hora, pues, de pasar la hoja de la que ninguno de los partidos se puede sentir orgulloso.
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