Refugiados

17 de Octubre del 2016 - Jorgelina Correa Expósito (Oviedo)

Un refugiado es una persona que ha tenido que huir de su propio país. Que ha tenido que escapar de un lugar en el que tenía todo. Que ha tenido que perder su familia, su casa, su trabajo, su vida entera.

Una persona que se marcha de un lugar porque no puede permanecer más en él por motivos de guerra, por motivos de discriminación, de exclusión, incluso de amenazas de muerte.

El otro día vi una noticia que compartían unas cuantas personas de que a los refugiados se les iba a dar matrículas gratuitas para la Universidad. Todas las personas que lo compartieron lo criticaban, se indignaban por ello. También vi en otras numerosas ocasiones comentarios de rechazo a la entrada en el país de refugiados. Argumentos como: "Nos tendremos que ayudar primero nosotros", "también hay gente que está mal aquí", "entre ellos hay asesinos y ladrones".

No tenemos todo lo que nos gustaría, no estamos exentos de problemas, hay gente que no tiene muchas cosas y existen injusticias, como en todos los lugares del mundo. Conocemos lo que es sentirnos bien, pero por desgracia también conocemos lo que es sentirnos muy mal, todo aquel que haya luchado por algo sabe lo que es el esfuerzo, sabe lo que es fracasar y sabe lo que duele perder algo que se quiere. Deseamos con ambición y constancia, depositamos todas nuestras buenas intenciones y abrimos nuestro corazón cálido y esperanzado, y así aprendemos lo que es amar. Amar un trabajo, amar una familia, amar una amistad o amar a una persona.

Todo aquel que haya perdido algo o a alguien que de verdad amaba sabe bien lo que es sentir la muerte en vida, lo que es la tortura psicológica y lo que es resucitar si ha conseguido superarlo.

Imagina tan sólo por un momento tener que volver a padecer este dolor multiplicado por tres, imagina que seas tú el que tengas que tomar la decisión de padecerlo. Imagina que es la última vez que volverás a pisar el suelo de tu casa, imagina que hoy será el último día de tu corriente rutina pero vacaciones, sino porque no podrás volver a pisar tu país, ni madrugarás, ni tomarás tus cafés matutinos, ni le darás un beso a tus hijos antes de ir a trabajar, porque tu único camino será hacia el asilo, no hacia un trabajo. Imagina despedirte de tu familia y de todos tus amigos, pero no imagines un "adiós", sino un "hasta siempre". Bienvenidos a la vida de un refugiado. Bienvenido a la desesperación de una persona luchando por sobrevivir sin tener absolutamente nada porque lo ha perdido todo.

Podríamos dejar de ser por un instante tan egocéntricos y materialistas, tan simples y desagradecidos con la vida, dejar de ser gente para ser personas, para ser humanos. Agachar un poco la cabeza y dejar de llevarla tan arriba, porque hay más vida y más mundo del que creemos.

Un lugar donde dormir y alimentos para llevarse a la boca son las enormes preocupaciones en la vida para algunas personas mientras nosotros nos quejamos por la ropa que tenemos, por los platos de comida que nos dan y no nos gustan, y lo caro que es todo.

Personas que en su país se esforzaron por intentar conseguir su título universitario, pero que entre todas las cosas que perdieron fue la posibilidad de poder continuar sus estudios en su Universidad y el dinero para pagarse los mismos en otra. Y que además de todo lo ocurrido que tengan el valor, la fuerza y la esperanza de querer seguir con las ideas de rehacer su vida y de conseguir una formación universitaria es admirable, y a mí lo único que me sale decir no es una crítica, sino un ojalá te salga bien porque te lo mereces.

Ojalá algún día consigamos erradicar las críticas por colores, nacionalidades, culturas, ideas, religiones y sexos. Ojalá algún día lleguemos a ser más humanos.

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