Fulgencio: sus pastillas para la felicidad
“Elige bien tus sueños y márcate el camino; llegar es importante,
pero más lo es disfrutar del viaje”
¡La vida es felicidad, pero es necesario buscarla y encontrarla! Dicen estas personas optimistas, como Fulgencio, que con 91 años me relata con gran entusiasmo una excursión a un paraíso ornitológico en plena naturaleza. Me explica Fulgencio con vitalismo y sin interrupciones, “el sol se escurre sigiloso entre las copas de las encinas como un furtivo escapando de los vigilantes del bosque”. Revela Fulgencio que los matices naranjas empiezan a adueñarse del horizonte inundando todo el cielo a su paso, hasta que lo convierten en un rojo intenso. Y continúa hablando: “Cuando el atardecer está en su apogeo, un batir de mil alas llama su atención; en medio de un griterío casi ensordecedor, una bandada de siluetas se eleva entre los juncos y la panorámica se convierte en una obra de arte”. Yo, ciertamente, sigo ensimismado con su relato y poco a poco me contagia su exuberante felicidad. Fulgencio no quiere ser una conciencia dormida; es irreductible, coherente e idealista; quiere ser, anhela recuperar los valores del ser, en vez de los del tener que tanto nos hipnotizan en la actualidad. Y sigue hablando con suavidad, con pasión, desde el convencimiento, la sencillez y el amor. Sin duda, un maestro de la felicidad. Recuerda que las tardes y los domingos eran interminablemente largos y desocupados y plenos de aburrimiento fecundo (un aburrimiento rico y creativo, pletórico de juegos y actividades), un aburrimiento que los niños de hoy desconocen al estar acostumbrados a todo tipo de instrumentos electrónicos o digitales.
El control de los pensamientos
Reflexiona acertadamente que de pequeño contaba con “sus pensamientos” y con el inmenso afecto y cariño de sus padres, pero ahora considera que los niños crecen bombardeados de múltiples estímulos iguales para todos que les lleva en una sola dirección: consumismo, abuso del alcohol, consumo de drogas y la nada. Es la homologación del pensamiento o, más bien, la inexistencia del mismo. La noche, la oscuridad y el silencio han sido desterrados de nuestras vidas; tenemos que estar siempre conectados; siempre aturdidos por el rumor y las noticias amenazantes de los medios de comunicación. Y, tal vez, en ese vivero surge la tristeza, la melancolía y la desesperación. Pero la vida es algo que se nos da, y tenemos la obligación y la responsabilidad de conseguir lo máximo, como personas, como uno de esos árboles que contempla Fulgencio y que parece acariciar el cielo. Para Fulgencio, la felicidad es actividad, un arroyo que fluye, no un charco estancado, en el que, por cierto, se encuentran lamentablemente muchas personas. Por eso repite con profunda convicción: no te vayas, el camino es largo y luminoso, aún no es tiempo de irse, tenemos que vivir muchos “mañana”. Así nos contagia de emociones positivas y, sin duda, te atrapa. Y, especialmente, con una sonrisa ininterrumpida a lo largo de la vida, que mantiene a raya cualquier atisbo de síntoma melancólico o depresivo. Esa sonrisa le ayuda a proteger su energía y vitalismo en todos los aspectos de la vida. Reír de forma hilarante, como lo hace Fulgencio, reduce los niveles de estrés y, en términos generales, estimula el sistema inmunitario. En efecto, se ha comprobado un aumento de la actividad de los linfocitos T y de las inmunoglobulinas. Este efecto potenciador del sistema inmune puede continuar hasta 12 horas después del episodio de risa. Simplemente, un minuto de risa diario equivale aproximadamente a 45 minutos de relajación.
Subtítulo: Vitalismo a los 91 años
Destacado: Hay que encontrar nuevas experiencias sensoriales que mantengan activo nuestro cerebro y que generen emociones positivas.
Pastillas de sonrisas
Además, reírse incrementa la autoestima y la confianza en personas infelices o deprimidas, inhibe los pensamientos negativos (ya que no podemos reír y pensar al mismo tiempo). Y al mismo tiempo la risa elimina el miedo y ayuda a minimizar los problemas. Fulgencio disfruta, escruta la naturaleza, es un gran observador que encuentra constantemente lo esencial de la felicidad y que no es otra cosa que la maravilla de existir. Fulgencio se asombra de todo (¡como un niño!), vive con mucha plenitud, optimismo, entusiasmo y, por encima de todo, ama la felicidad y los deseos. Los deseos son como las mariposas, luminosos, hermosos y volátiles… No desear es claudicar. El deseo es el motor de la vida. Hay que desear dentro de nuestro horizonte, desear lo que razonablemente podemos obtener, lo que podemos abarcar; disfrutar del hoy y del aquí, de los pequeños gozos… Desear lo que uno tiene… Desear es VIVIR… Y como dice un proverbio chino, “paz y tranquilidad: he aquí la felicidad”. Su palabra favorita es la “alegría” y, además, intenta vivirla y repartirla con sus seres queridos y con sus amigos. Es un auténtico tratado de filosofía, un enorme caudal de enseñanza moral. No le gustan las máscaras sociales ni los gestos de autodefensa; no se encuentra cómodo, prefiere mucho más la conversación natural y sincera, sin ambages. Maestro de la prudencia, del trabajo, del esfuerzo, del respeto, del sacrificio, de la humildad y el equilibrio, genera en su entorno ondas de entusiasmo, positivismo y felicidad. La humildad es la antesala de todas las perfecciones.
Un consejo terapéutico
Para él la música es compañera de la alegría y bálsamo contra el dolor. La música es el arte del amor, del ocio, de la tranquilidad y del equilibrio emocional. Fulgencio considera la vida como la gran oportunidad de aprender, de probar y de ilusionarse. Se siente capaz, útil y se considera digno. Justamente cuando no tenemos nada que hacer, algo que sucede en muchas personas mayores, es cuando la mente empieza a preocuparse innecesariamente, ahogándose finalmente en la angustia de la existencia. Como Fulgencio, hay que encontrar nuevas experiencias sensoriales que mantengan activo nuestro cerebro y que generen emociones positivas. Es un auténtico manantial de ilusiones, creatividad, disfrute, amistad, amor, expectativas, esperanzas, realizaciones e idealizaciones. Considera, como diría Charles Chaplin, que “un día sin una sonrisa es un día perdido”. Se ríe de sus problemas e, incluso, de sí mismo. Se embarca, por lo tanto, en una vida maravillosa llena de sensaciones, ilusión, amor y esperanza, lo cual mantiene muy activo su cerebro y su mente. El amor nos inunda de emociones positivas que influyen en la ritmicidad del corazón y, en general, en todas las funciones implícitas a la corteza cerebral; se refuerza el sistema inmune, protegiendo la capacidad de regenerar los trescientos billones de células que cambiamos cada 24 horas. Fulgencio puede alcanzar esa paz espiritual que tanto deseamos en medio de tanta contaminación psicológica y encontrar el equilibrio adecuado es uno de los secretos más difíciles para alcanzar una vida plenamente feliz. Con el tiempo ha entendido que hay que vivir el momento presente como si se tratara de la eternidad de la vida. Un consejo terapéutico eficaz para ganar en salud y en bienestar, porque muchas personas que han quedado atrapadas en ese “pasado” tenebroso, como si estuvieran en el interior de los manglares, sin posibilidad de salir, existir y vivir. Con estos activos, Fulgencio dispone de auténticos antioxidantes similares a la vitamina C o a la vitamina E, que actúan como un poderoso antienvejecimiento. En fin, un conjunto de pensamientos, sentimientos y actitudes positivas y enérgicas que refuerzan su ADN, aceleran la renovación celular y aumentan la resistencia del sistema inmune. Ahí, especialmente, reside su secreto de la longevidad. Fulgencio vive con serenidad, como dice un proverbio, “si tus problemas no tienen solución, ¿por qué te preocupas?, y si tienen solución, ¿para qué te impacientas? Además, Fulgencio tiene una especial habilidad, para disfrutar de múltiples sensaciones, experimentando un gran bienestar; sin duda, vive la magia de la vida. Dice observar el paisaje, convierte la naturaleza en espejo del alma, festines de colores acristalados y aromas y sabores: niños que corren, saltan, padres que pasean hijos y ancianos que reposan ojos y copas trémulas de árboles que hacen feliz a cualquier observador de la naturaleza… Fulgencio es vibrante, humorista, escrutador, sonriente contemplando un árbol y a un niño ensimismado en sus abisales imaginaciones, observando siempre un rompimiento de nubes o de luces en el cielo o una moza retrechera de buen ver o un jubilado renqueando al recuerdo de su lozana adolescencia. Fulgencio siempre pinta con la mirada. ¡Y es feliz! Y termino como Fulgencio con esta sentencia, “apreciar la vida es de listos, disfrutarla es de sabios”. Amigo lector, ¡vive feliz!
jaflorez@uniovi.es
José Antonio Flórez Lozano
Oviedo
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