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Premios, estos y aquellos

22 de Octubre del 2016 - Coro Junquera Lantero (Oviedo)

Que no todos los premios son considerados con la misma distinción y honores, no le quita mérito al premiado ni mucho menos.

Que algunos premiados pueden ser más o menos merecedores a ojos de unos y de otros también es cierto.

Que siempre, siempre hay muchas personas merecedoras de ellos que se quedan sin obtenerlos, también.

Que los premios en general, en la vida, deben significar la distinción a algo o alguien excelente y no deben venderse a cuestiones ajenas a su propio significado es una obligación por parte de los responsables de sus nominaciones.

Que cualquier premio, ceremonia que lo acompaña y demás puede mejorarse es un hecho.

Que en su discusión está su actualidad y frescura es indudable.

Que al premio no lo tiene que distinguir quién lo da, sino quién lo recibe debería estar presente siempre.

Pero a pesar de todo, a mí me gustan los nuestros, los de Asturias, independientemente de la Monarquía, aunque nacieron para vincular esta tierra con el heredero e independientemente de las quejas, algunas de las cuales comparto.

Me encanta ver Oviedo con un aire diferente, poder disfrutar de una manera mucho más cercana de personalidades admirables por tantos motivos. Me parece un lujo tener entre nosotros por unos días a genios, a hombres y mujeres que han hecho mejor nuestro mundo con su granito de arena. Que esas personas se desplacen hasta aquí y vean con sus ojos lo mismo que yo veo cada día me parece fascinante.

Otra cosa es que yo tampoco quiera que se constituya una élite de personajillos alrededor de los mismos, que lo único que hagan es aprovecharse del momento, pero eso siempre lo habrá y estará en manos de la organización el saber evitarlo.

Cuando Asturias se abre al mundo de esta manera, es una oportunidad que no podemos desaprovechar para contactar, para compartir, para enseñar y ser enseñados, para tantas cosas.

Las protestas ante un Campoamor saliendo en directo por las televisiones del mundo ni me preocupan, ni me molestan, pasa en todas partes y está bien que ciertos sectores se visualicen de esta manera, eso también hace por parte de los demás, para tener más cuidado con todo y estar muy pendientes de no perder el norte.

Me gusta acercarme al Reconquista y tomarme un vino en el "hall" mientras veo a algún premiado y me quedo con las ganas de decirle mi admiración.

Eso es lo que más me importa de estos premios, que me hacen seguir confiando en la humanidad, porque veo las personas tan magníficas que hay y, repito, tantas y tantas otras silenciadas y no premiadas, pero por lo menos que alguna se lleve un trocito de agradecimiento.

Todo el boato que conlleva un acontecimiento como éste es algo que hay que sobrellevar con la mayor elegancia posible.

Los mierdecillas que se aprovechan de todo, tarde o temprano desaparecerán por su propia inercia, y lo que importa, lo fundamental, la grandeza de algunas personas, ésa, ésa es el premio más reconfortante.

Me emociona pensar en el día a día de muchos que nunca recibirán un premio pero cuya mayor satisfacción es su propio trabajo, su dedicación y su espíritu de generosidad.

Los corazones grandes se alegran por los buenos momentos de los demás y no caben en ellos ni envidia, ni celos...

El día que me encontré por la calle con Paul Auster, el hombre que me dio tantas horas de placer (con sus libros) casi me da algo.

O ayer mismamente, que vi al "hombre biónico", Hugh Herr, caminar con sus piernas, y pensar en todo lo que ha contribuido a ayudar a tantas personas con su mismo problema... Y tantos y tantos otros que a lo largo de todos estos años nos han dado su ejemplo.

Creo que lo más importante de todo este tema es el ejemplo de ser una persona fuera de lo común, en el amplio sentido de la palabra.

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