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Lo estamos haciendo mal

25 de Octubre del 2016 - Diego De La Hoz (Oviedo)

Aprovechando el final del verano, el inicio del curso escolar, los buenos propósitos, los nuevos planes de negocios y demás mecanismos para afrontar con éxito la temporada que comienza, quisiera lanzar yo también mis ideas al aire, una crítica constructiva a la región, la que me vio crecer.

Las mejores vistas que he tenido de Oviedo han sido bajando la Calle Calvo Sotelo, dirección plaza de Castilla, con la sierra del Aramo al fondo, nevada, preciosa y la fuente de la glorieta en un primer plano. Un día fresco de marzo. Una estampa maravillosa. Y lástima que sea la última que se ve de Oviedo cuando uno se va, en lugar de ser la primera cuando se llega.

Se intenta devolver los talentos a la región, la gente bien formada que se ha ido por unos motivos o por otros. Hay varios tipos. Aquellas personas que se hayan ido afectados por una crisis estructural económica volverán cuando tengan la oportunidad. Los que se han ido por placer, por ansias de vivir, por ejemplo a Madrid, no necesitan volver. Y los que se han ido por placer al extranjero, seguramente no vuelvan. Porque a pesar de lo odioso de las comparaciones, comparar cualquier salario en países desarrollados con los que se perciben en España, ya es motivo de rechazo, y de indignación, y de frustración. Horas extra no pagadas o canjeables por horas libres, por ejemplo. Mi punto de vista: un día puedo regalar mi tiempo en caso de necesidad. Pero no será una rutina sino percibo una compensación por ello. Vale más mi tiempo que el dinero. Y las horas extra las cobro al doble. Además de ser un indicador de mala gestión del tiempo.

Lo estamos haciendo mal. Intentar atraer al que se ha ido es como querer parar un divorcio. Llegar a Oviedo por Navidades me cuesta quince horas de viaje en avión, dieciocho en coche sin parar nada más que para mear y un pastón lo mires por donde lo mires. Sin embargo, para irme son todo facilidades. ¿Cuáles serán los incentivos para esas personas que vuelven? ¿Malvivir en casa? ¿Gestionar una red de contactos mucho más pequeña en relación a la anterior? Más plana, más estándar, más homogénea y menos beneficiosa para nadie.

Lo estamos haciendo mal. Queremos recuperar a gente decepcionada. Desde el punto de vista de una empresa es infinitamente más barato mantener a los clientes antiguos que captar nuevos clientes. Es tan fácil como no decepcionarles. Ahora bien, cuando el daño ya está hecho no queda otra que captar nuevos clientes, nuevos habitantes para la región, que fomenten su economía, su cultura, su diversidad. No estoy hablando de mantener a los locales, sino de intentar atraer a tantas nacionalidades como sea posible, con su know-how, y no sólo al ecuatoriano que saca a pasear al abuelo, o a la rumana que ayuda en casa y que envían el dinero de vuelta a sus países. Se trata de gestionar los talentos para que vengan, que se queden y contribuyan de una forma útil y sostenible.

Lo estamos haciendo mal. La investigación pública es un fracaso, hay que dejar que la empresa privada financie las universidades. Generar grupos de trabajo, estudiantes voluntarios que quieran ser mejores. Aprovechar la dialéctica para crear líderes. Mantener el ojo en las promesas, y atraer a los talentos de diferentes nacionalidades. Ninguna empresa, ninguna sociedad, ninguna cultura exitosa está formada únicamente por seres endémicos. A mayor diversidad mayor riqueza. Crear un lugar donde todo el mundo se sienta en casa.

Fomentar los festivales, no los de perroflautas, ni el Aquasella para tajarse como mamones. Sino los festivales culturales, gastronómicos, populares, donde se invierta y se consuma. En una época en la que todos somos tan chics como para aderezar el gintonic con esencia de lombarda no puede ser que el mayor festival de Asturias consista en un botellón en la orilla del Sella, con música electrónica de fondo.

Eso sí, para mantener y tranquilizar a los habitantes decepcionados que ya tenemos, y a cada una de sus familias, nos estamos gastando los fondos de la Unión Europea. Manteniendo el carbón, apaciguando a los mineros. Algo que está completamente en desuso y decadencia. Tenemos más de trescientos kilómetros de costas para la industria eólica, otros tantos kilómetros de cadenas montañosas para tal fin. Pero mantenemos la lacra de la minería, en lugar de reciclar esas instalaciones y crear algo más útil que museos con déficit. Además, si seguimos excavando, en algún momento el suelo se caerá, acabando con las poblaciones de las cuencas mineras. Hay industria, hay desarrollo, que se vende pero no se implementa en la economía local. Lo seguimos haciendo mal.

Tanta revolución minera, tanta revolución taxista en contra de la competitividad, manteniendo barras de bar y asientos calientes, cual funcionario incompetente. En lugar de buscar nuevas formas de crear talento, de innovar. Darle a la formación profesional la categoría que se merece sería un avance. No dejar que nadie termine sus estudios sin haber terminado el Bachillerato es otro ejemplo. Básicamente porque con 16 años todos somos tan borregos como para dejar de lado nuestra formación apenas sabiendo escribir correctamente y ponernos a trabajar para comprar un M3 y seguir viviendo en casa de nuestros padres. Y los padres orgullosos del chaval que trabaja que no es tonto, pero es vago. Pues vaya si es tonto, señora mía. Y usted más por aceptarlo.

No toda la culpa es del sistema político, que también. Una gran parte es del estado de apatía que gobierna en los hogares, con el darse por satisfecho con lo que tenemos, porque estamos tan jodidos que no podemos elegir. Las oportunidades no son como la energía, no se transforman, se pierden, y se crean con la fuerza de uno mismo.

¡Luego estamos!

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