El mismo machismo de siempre
La violencia de género se convirtió en un problema público en España hace doce años, cuando José Parejo asesinó a la que había sido su mujer, Ana Orantes, después de que ella denunciara en televisión 40 años de infierno. Desde aquel brutal acontecimiento que conmocionó al país, los medios comenzaron a informar con mayor o menor acierto sobre terrorismo machista, y la sociedad se ha visto obligada a observar, casi a diario, las consecuencias más dramáticas de la violencia machista. Pero mi pregunta es: después de más de una década y de la promulgación de normativas como la Ley Integral o la de Igualdad ¿hemos avanzado de forma sustancial o, por el contrario, seguimos dando vacilantes pasitos hacia delante para, de golpe, sorprendernos en pleno retroceso?
Desde la Asociación de Mujeres Valdés Siglo XXI, en la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género, queremos hacer una llamada para la reflexión; para, sin negar los cambios conseguidos, no caer en la autocomplacencia y hacer un diagnóstico realista de lo que sigue siendo el mapa del terror cotidiano, que este año se ha cobrado la vida de 54 mujeres más.
En lo que respecta a la violencia machista, administraciones, sociedad y empresas mediáticas, pese a tener bien aprendida la teoría, no parecen estar siendo capaces de reaccionar sin vacilaciones, posicionándose sin ambages contra los violentos machistas como sí lo hacen, por ejemplo, contra el terrorismo de ETA. Lamentablemente, administraciones, sociedad y medios de comunicación sólo salen de su anestesia de forma cíclica, sólo reaccionan ante el golpe de los casos más brutales: Ana Orantes, Svetlana Orlova, la agresión a Jesús Neira... Entonces, indefectiblemente, se alzan voces pidiendo una autorregulación que, además de ser falaz ya existe, aunque nadie la respete, y se convocan reuniones de urgencia de las que resultan acuerdos de mínimos en un, parece que fructífero, intento de que parezca que se cambia, que se hace, para realmente no cambiar ni hacer nada.
En un mensaje informativo en el que sobran sangre, golpes, espectáculo, frivolización y la descripción explícita de esa violencia física que siega anualmente la vida de decenas de mujeres, multiplicando por diez la cuenta de muerte de ETA, nos topamos ahora con auténticos alegatos violentos, que desde la tribuna privilegiada de cabeceras tan destacadas como "El País", responsabilizan a las víctimas del maltrato que padecen.
La aprobación de la Ley Integral, de la que dentro de un mes se cumplirán cinco años, ha llevado aparejada la puesta en marcha del engranaje más reaccionario, desatando un auténtico rearme ideológico enfundado en acusaciones: desde la falacia de las denuncias falsas, los hombres maltratados o el ellas también matan, hasta el falso Síndrome de Alineación Parental (SAP) Es lo que a principios de los años 90 la norteamericana Susan Faludi definió como "reacción", en el libro del mismo título: no es que las mujeres hayamos conseguido llegar a la meta de nuestras reivindicaciones, que hayamos logrado la equiparación efectiva de derechos, que nos hayamos librado del yugo de la dominación y la violencia, no. La reacción es el golpe que el sistema patriarcal asesta por anticipado a las mujeres porque puede que lleguemos a conseguirlo.
Un juez sevillano prevé un holocausto si se endurece la Ley de Violencia de Género. Este era el titular de una información despachada por Efe el 8 de noviembre y publicada por diversos medios. El juez es Francisco Serrano, un encendido defensor del SAP y un reconocido crítico de la Ley Integral. En su artículo, Serrano carga contra las modificaciones que el Congreso ha planteado al Gobierno para que se introduzcan en la Ley, vaticinando que solo dispararán los suicidios de hombres denunciados y los homicidios de mujeres, abogados, jueces y fiscales. Este es un ejemplo de la reacción, de la virulencia con la que el machismo de siempre, aunque debidamente maquillados sus seculares argumentos, carga contra los incipientes avances de las mujeres.
Los golpes ideológicos contra el feminismo se multiplican. El 19 de noviembre, se trataba de una Tribuna firmada por Enrique Lynch en la página 31 del diario "El País", titulada Revanchismo de género, y el día 26 el mismo periódico redoblaba sus ataques en la misma sección, aunque en esta ocasión era Maite Rico, con el texto "Machismo y mordaza", la encargada de propinarnos los golpes a las mujeres y hombres que trabajamos y creemos en la igualdad y en que su consecución enriquecerá y mejorará la vida de todos los seres humanos.
En los últimos años se ha avanzado, sí, pero no ha sido lo suficiente y los pasos dados no están aún tan consolidados como para que el mensaje de condena a quienes torturan a mujeres por el único hecho de serlo sea potente e inequívoco. Los medios de comunicación adolecen de un compromiso real contra el terrorismo machista y contra la brecha de la igualdad, que trascienda su cuenta de resultados, la cuota de pantalla o el número de ejemplares vendidos.
Lo verdaderamente preocupante es que los medios (en este caso, "El País") pretendan zanjar la cuestión amparándose en el cajón de sastre de la libertad de expresión, la misma libertad de expresión que, por ejemplo, no se le daría a quien se posicionara a favor de la violencia de ETA, pues se consideraría apología del terrorismo; o a un neofascista que dijera que los judíos fueron los culpables de su persecución; o a un racista que justificara la superioridad de los blancos, o a un miembro de Al Qaeda que defendiera el terrorismo islamista, por citar sólo algunos ejemplos equiparables. Espero impaciente el momento en el que Josu Ternera o De Juana Chaos debatan desde las páginas del diario -o en cualquier plató de televisión- y por supuesto, en aras del necesario pluralismo, la defensa de la lucha armada, del asesinato de personas para reivindicar Euskalherría.
La mutación en el modo de mirar, de ver, y de ser capaces de ponernos en los zapatos de las víctimas sigue estando, aunque en marcha, inconclusa. Si como sociedad fuésemos capaces de articular un discurso único y sin fisuras, de aislar unánimemente a quienes agreden sea cual sea el modo a las mujeres, estaríamos cimentando una verdadera democracia. Pero mientras que ese momento no llegue, mientras el mensaje de los violentos se siga legitimando públicamente al tiempo que se cuestiona la palabra de las víctimas, continuaremos adelante con nuestra responsabilidad, que no es otra que alzar la voz para denunciarlo. Cincuenta y cuatro mujeres ya no podrán hacerlo, pero nosotras sí. Y nadie nos hará desistir de ese compromiso.
Aurora Valdés Suárez, Presidenta de la Asociación de Mujeres Valdés S.XXI, Barcia (Valdés)
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