La discapacidad en la historia, entre el rechazo y la solidaridad
Desde hace unas décadas existe una progresiva sensibilización social hacia los problemas que plantean las discapacidades, que se concretan en importantes avances y realizaciones en múltiples áreas de nuestra sociedad. Pero no se puede olvidar la historia, pues al fin y al cabo el futuro tiene sus raíces en el pasado y en siglos anteriores no han faltado algunas figuras señeras como las de Esquirol, Braille, María Montessori, Sancte de Sanctis... y otros educadores o científicos que lideraron a tantas personas desconocidas a las que no podemos sustraer el mérito, hecho día a día, con tantas penurias e incomprensiones externas como ánimo personal para afrontarlas en esta paulatina lucha contra los estigmas y las limitaciones que imponen muchas enfermedades y secuelas crónicas e incapacitantes.
Muy lejos quedaron –en nuestro mundo desarrollado, al menos– las insensibilidades, la agresividad de los tristemente famosos montes Taigeto y Tarpeya, en las que griegos y romanos eliminaban a los más débiles. También nos es lejana la discriminación mendicante, la bufonería y tantas otras oscuras respuestas de la Edad Media. A partir de la obra de Paracelso «De Generatione Stultorum», en 1530, se comienzan a dar pasos positivos. Y así Ponce de León, monje benedictino español, hace célebre en el siglo XVI un método para sordomudos; y San Juan de Dios, funda en el siglo XVII los primeros hospitales cuyo evidente servicio llega hasta nuestros días, por citar dos ejemplos, entre muchos, que enlazan históricamente al desarrollo científico-asistencial a que venimos refiriéndonos.
A título de ejemplo, se puede pensar en las personas que sufren parálisis cerebral y citar al cirujano británico Little que a finales del siglo XIX describe en la enfermedad que lleva su nombre a la diplejia espástica. Es el antecedente histórico inmediato de la definición de Parálisis Cerebral del Little Club de 1959: «Un desorden motor aparecido antes de los tres años debido a una lesión neurológica no progresiva que interviene en el desarrollo del cerebro» y que según su gravedad limita más o menos a la persona que lo padece.
Subtítulo:De la insensibilidad al buen funcionamiento de los centros de ASPACE en Latores y Castillo de Bernueces
Los centros Ángel de la Guarda, de la Asociación de Personas con Parálisis Cerebral (ASPACE), están situados en Latores (Oviedo) y Castiello de Bernueces (Gijón) y fueron creados a partir de los años setenta por iniciativa de grupos de padres que no encontraban una respuesta educativa y asistencial a las necesidades que les presentaban sus hijos. Los centros asturianos son muy semejantes a otros que existen repartidos por toda la geografía española, y que juntos componen la Confederación ASPACE.
Los comienzos fueron humildes, en edificios que no presentaban condiciones, para con el tiempo ir mejorando paulatinamente hasta poder llegar a contar con instalaciones modernas, así como con recursos materiales y humanos muy adecuados. Están estructurados en la Unidad de Atención Temprana (de 0 a 3 años), que atiende a niños previamente valorados por los servicios médicos con un retraso psicomotor de mayor o menor entidad y que necesitan especial estimulación. El Centro Educativo (de 3 a 20 años) donde permanecen de los 3 a los 19 o 20 años. Y el Centro de Apoyo a la Integración (de 20 en adelante), lo que antiguamente era conocido como Centro Ocupacional. Se atienden a unos tres centenares de niños, adolescentes y adultos en todas las facetas de la asistencia: Fisioterapia, logopedia, escolaridad, laborterapia, etcétera.
Ángel García Prieto, médico
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