La mecedora
Desde hace una serie de años, que suman ya décadas, convive conmigo una mecedora modelo Thonet, cuya antigüedad supera los 200 años. Aclaremos que el origen de las mecedoras se sitúa en siglo XVIII, en torno a 1725. A partir del siglo XIX es cuando comienzan a ser fabricadas por empresas de mobiliario.
La mecedora Thonet la heredé de mis abuelos maternos. Sus varios hijos renunciaron buscar para ella un hueco en sus domicilios. Sin embargo, yo, con mucho cariño y una buena dosis de sentimentalismo, la acepté y acogí gustosamente en mi hogar. Le proporcioné refugio como si de una persona mayor se tratara. En invierno está al abrigo del frío, por medio de una calefacción de gas; y en verano, resguardada del calor: por la mañana la bañan los rayos de sol, si los visillos no lo impiden, y después del mediodía, la sombra se encarga de protegerla. Recibe todo el cuidado que se merece un mueble con un valor tan intrínseco. Hace años recibió tratamiento para que la polilla no continuara haciendo de las suyas. A su espalda se encuentra parte de mi biblioteca, distribuida en los estantes de tres habitaciones.
Subtítulo: Un lugar para serenarse
Esta mecedora tiene un significado tan entrañable para mí que por eso la traigo aquí. Me resulta inevitable escribir sobre ella y desde ella. Es como si al mirarnos en nuestra soledad del salón (televisión aparte) se estableciera entre ambos -la mecedora y yo- un diálogo cordial y, sobre todo, un diálogo sincero y abierto. Esta mecedora es el lugar donde me suelo serenar y siempre me recibe con los brazos abiertos. Y me sereno. En un reloj antiguo hay una inscripción que dice: "Las horas no cuentan si no son serenas". Y echo un "pigazu", hermosa expresión asturiana (para quien no lo sepa, "pigazu" es dormir un corto espacio de tiempo), o simplemente bajo las persianas de los ojos. Y es el preciso y precioso momento de encontrarme conmigo mismo. Y reflexiono, maravilloso ejercicio. A veces no tengo inconveniente en hacer llegar a ustedes mis pensamientos. La mecedora me mece como cuando éramos niños. Y ese balanceo quizá sirva para agitar el armario de las ideas.
Para finalizar, aprovecho esta oportunidad para recordar que la mecedora la puso de moda en su día J. F. Kennedy, aquel joven político esperanzador, vilmente asesinado en Dallas en 1963. Kennedy se alzó políticamente tan alto que alcanzó la cresta de la ola política que el más ambicioso hombre de este planeta Tierra pueda imaginar: presidente de los EE UU.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

