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El fisioterapeuta, un familiar más

28 de Octubre del 2016 - María José Espejo y Purificación de Jesús (Oviedo)

Cuando tienes un hijo con una discapacidad la palabra fisioterapeuta cambia de significado. Para las personas en general un fisioterapeuta es un profesional más al que te envía la Seguridad Social para recuperarte de una rotura o una contractura. Pero, para nosotros, madres y padres de niños con problemas motrices, el fisioterapeuta es un miembro más de nuestra familia. Y ¡ojo!, no piensen ustedes que los metemos en el círculo familiar porque los vemos con frecuencia, sino porque lo sentimos en el corazón. Ellos atienden a nuestros hijos en los colegios e institutos, como marca la ley, y también muchas veces fuera del horario escolar, como marca su entrega a la profesión y el cariño que tienen a los niños. Si a tu hijo le duele el pie y no puede caminar, o la espalda y no sabes el porqué, ¿a quién llamas?: a su fisioterapeuta; ya sea Navidad, Año Nuevo o el 15 de agosto, al otro lado del teléfono oyes la voz amiga de ese “familiar” que te tranquiliza, porque sabes que se preocupa por ese dolor de tu hijo e intentará darte una solución hasta que pueda verlo. Ellos son más que unos meros profesionales que dentro de su centro escolar se ocupan de que nuestros hijos mejoren su motricidad, también están siempre pendientes de su autoestima, de su integración, de buscar vías, junto al profesorado, para que estos niños puedan ser uno más en clases como Educación Física. Se preocupan de que nuestros hijos no sólo estén mejor físicamente, sino de que se sientan más felices, y eso, señores, no se paga con dinero. Eso mismo es lo que deben de haber pensado desde la Consejería de Educación del Principado cuando quieren realizar a estos profesionales un recorte en su sueldo de hasta el 30%. Y a nosotros, que hemos visto a fisios poner dinero de su bolsillo para hacer férulas para los niños fuera de su horario de trabajo, que nos han llamado miles de veces desde su teléfono personal con la lengua fuera mientras corrían de un centro escolar a otro con el horario justísimo y los traslados sin pagar, que sabemos que hacen cursillos durante el verano para renovarse y aprender nuevas técnicas con las que ayudar a “sus niños”, nos duele que no se los valore. Ellos saben que los niños les adoran y nosotros, sus padres, también, pero no estaría mal un reconocimiento por parte de la Consejería de Educación de estos profesionales que ayudan a que la integración sea factible. No se les pueden computar a los fisios las horas de trabajo como si fueran a los centros a estirar brazos y piernas sin más. Ellos dedican a nuestros hijos muchas horas fuera de ese horario, muchas horas que no cobran y lo mínimo será, al menos, no bajarles el sueldo. Y si ustedes no sabían de la labor tan encomiable que realizan los fisioterapeutas con los niños en los colegios e institutos, imagino que mucho menos conocerán la figura de los ATEs (auxiliares, técnicos educativos). Pues estos profesionales son las personas gracias a las cuales los padres que tenemos un hijo con problemas de movilidad estamos tranquilos en casa mientras el niño se encuentra en el centro. Son los que les ayudan en sus desplazamientos y en todo aquello que necesitan, desde ir al servicio hasta buscar y abrir su bocata de media jornada. Y, por supuesto, les dan muchísimo cariño para aumentar su autoestima e intentan, al mismo tiempo, que poco a poco vayan ganando independencia y aprendan a hacer cosas que otros niños logran solos pero que para los nuestros son un reto. ¿Imaginan ustedes lo que sería para un padre soltar a su hijo, que se puede caer en cualquier momento, en un centro lleno de niños que, al serlo, corren como locos y sin pensar? Pues una angustia continua que los ATEs nos evitan. Nosotros estamos en casa tranquilos porque sabemos que nuestros hijos están perfectamente atendidos por unos excelentes profesionales que les ayudan a irse independizando sin bajar nunca la guardia en seguridad, y que les aportan un cariño y una alegría que les hacen acudir al centro todos los días con una sonrisa. Nuestros hijos suelen ser niños muy maduros, a los que las circunstancias de la vida les han hecho demasiado responsables, y que se centran mucho en los estudios para llenar otras carencias que saben que nunca podrán llenar de otro modo, como jugar un simple partido de fútbol. Sin embargo, las ATEs les acompañan, les animan y ayudan a que logren pequeños retos que les acerquen a ser uno más. Y eso, señores, tampoco tiene precio y, por supuesto, también en este caso pensó eso la Consejería, pues también les bajaron el sueldo. Todas estas medidas de recortes, que nos duelen porque sabemos el cariño que todos estos profesionales ponen en nuestros hijos repercutirán sin duda también en los niños con necesidades especiales, pues supondrán un recorte en el personal que afectará a aquellos que más lo necesitan. Afectará a la integración de unos niños y adolescentes que pueden estudiar como cualquier otro, pero que para ello necesitan de estos profesionales. Ellos pueden convertirse en unas personas útiles para la sociedad y sobre todo felices que, al fin y al cabo, es lo que todos queremos que sean nuestros hijos. Por eso varias familias de niños con la motricidad reducida nos hemos decidido, a través de esta carta, a mostrar nuestro apoyo a los profesionales que ayudan y cuidan de nuestros hijos en los centros escolares y, sobre todo, a pedir que desde las “altas esferas del Principado” tomen nota de que no se puede recortar de aquello que es tan necesario dejando en desamparo a los que más lo necesitan.

María José Espejo y Purificación de Jesús

Oviedo

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