La buena muerte
El pasado domingo Jordi Évole volvió a darnos una lección de buen periodismo, con capacidad y ganas de abrir debates sobre temas que en general los políticos pasan de puntillas, los medios no hablan de ello, pero afectan a miles de ciudadanos que sufren en silencio y a veces en el olvido.
Fue un acierto titular el programa "La buena Muerte" porque su abordaje va más allá del debate sobre la eutanasia. Évole, consiguió un documental profundamente respetuoso, muy esclarecedor y pedagógico para aquellos que tienen dudas conceptuales, éticas o morales, con grandes dosis de sosiego. Con tres elementos claves (no hizo falta más) configuró un documental imprescindible: Un médico condenado por la justicia española, por practicar la eutanasia, otro médico dedicado en cuerpo y alma a cuidados paliativos y un enfermo de ELA (esclerosis lateral amiotrófica). El periodista casi no intervino, no hacia falta, allí estaban los protagonistas de la buena Muerte, pero sobrevolaban otros protagonistas con poder para dar respuesta a ésta demanda social, pero cuyo discurso habría entorpecido y hasta embarrado el debate del documental (políticos, jueces, la iglesia...)
Sin duda, el personaje central era Carlos Martínez de 42 años, quien sufre una de las enfermedades malditas, incapacitantes, letalmente progresiva y sin cura. Sorprendía su entereza y fortaleza, clarividencia para abordar lo que ya tenía decidido junto con su esposa, por un lado acabar con su sufrimiento y, por otro, dar fin a lo que él consciente de su decisión, considera que no es vida, el terminar asistido artificialmente la última etapa de su vida.
Los dos médicos aportaron, lo que en su opinión, se tiene que resolver definitivamente en éste país, abordar la buena muerte desde su doble perspectiva: cuidados paliativos y eutanasia. Más de la mitad de los pacientes que sufren enfermedades incurables e irreversibles no tienen acceso a cuidados paliativos por falta de unidades y profesionales que los presten. En cuanto a la eutanasia urge su despenalización porque más de un 60 por ciento de la población española (encuesta del CIS) lo demanda, siguiendo la estela de Holanda, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Colombia, California, Oregón, Washington, Vermont, Montana.
En cualquier caso, cuando surja el inevitable debate social, habrá que señalar una vez más (como lo hicimos con el debate sobre el aborto) que en éste tema nos encontramos con que los ciudadanos libres tendrá que elegir ante una situación de enfermedad incurable e irreversible:
1.Continuar bajo tratamiento médico en esa situación, hasta que la muerte se produzca como consecuencia de la enfermedad, soportando los dolores y/o manteniéndose en estado vegetativo. Si esa es su libre decisión, nadie le va ha imponer nada, sólo cabe el respeto a su decisión que es sólo suya.
2.Solicitar y someterse a cuidados paliativos para que al menos el dolor sea evitado y/o minimizado, independientemente de la calidad de vida que el sufriente decida asumir como tal.
3.Facilitarle se le aplique la eutanasia como consecuencia del respeto a su libre decisión, no sólo porque no desea sufrir sino porque entiende libre y conscientemente que su amor por la vida, es incompatible con una vida vegetativa y/o incapacitante. Este es el deseo de Carlos Martínez protagonista del documental de Jordi Évole, porque en éste momento de su vida, como el comentó en la entrevista, un perro tiene más derechos que el y porque la eutanasia es para muchos un acto de amor. El último acto de amor con el sufriente.
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