El esperpento de la señora Gómez Ojea
La señora Gómez Ojea ha sido una narradora de ficciones literarias que sólo son eso, sin más transcendencia que la ficción, pero, últimamente, a doña Carmen le gusta meterse en camisa de once varas y por eso sus artículos contra la Iglesia son simples desahogos más próximos a la ciencia-ficción que nada tienen que ver con lo que realmente cree y enseña la Iglesia. Sea el matrimonio, la defensa de la vida desde el mismo momento de la fecundación, hasta la muerte natural o cualquier otra tema, abordado por los obispos, son motivo para que la señora Gómez exhiba su fobia y su ignorancia.
Sus descalificaciones a la jerarquía eclesiástica están próximas al lenguaje tabernario y de tasca más sectario. Cualquier enseñanza que la jerarquía eclesiástica dé sobre cualquier tema de moral o dogma le sirve a la señora Ojea para poner en evidencia sus ataques e insultos.
Ella se opone a cualquier tema que afecte a la vida de los fieles católicos, no porque le interesen la moral y dogma católicos. Por eso cuando nada tiene que escribir, porque nada tiene que decir importante, sus opiniones en los medios en los que escribe sólo pretenden atacar a los pastores de la Iglesia porque enseña a sus fieles algo tan elemental como que se deben respetar los restos de los difuntos católicos. Por eso se indigna, porque los obispos, siguiendo las instrucciones del Papa Francisco, osan pedir respeto para los restos mortales de los fieles católicos difuntos. El último conato de artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el día 3 de noviembre es un desahogo esperpéntico con ribetes de polvo y ceniza, porque por mucho que lo selle con un par de versos de las grandes y profundas "Coplas" de Jorge Manrique, en el fondo sostienen todo lo contrario de lo que la señora Ojea supone.
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