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Sanidad pública, seguro de vida

11 de Noviembre del 2016 - Juan Luis Rodríguez, en nombre de la familia de Juan Jesús Suárez Suárez (Oviedo)

Cuantas veces he leído cartas con quejas de pacientes que seguro estaban cargadas de razón.

Hoy el motivo es diferente y más justo aun si cabe. ¿Qué se les puede exigir a los profesionales de la sanidad cuando dan lo mejor de sí, con cariño, profesionalidad e implicación emocional?

Doy gracias, en nombre de mi padre fallecido y en el de su familia, a todos los que hicieron que disfrutase de unos años más de vida y que su despedida fuese lo menos dura posible.

Olvidaré nombres y departamentos. Pido disculpas, pero necesito nombrar a todos los que recuerde como homenaje a los grandes profesionales que tiene nuestro sistema de salud.

Empezamos a finales de abril de 2014, en el Hospital San Agustín (Avilés). La doctora Santos puso en marcha el milagro de que mi padre tuviera una mínima esperanza de vida remitiéndolo al servicio de oncología del HUCA. Sé que mi padre no fue siempre un paciente fácil, doctora, pero también sé del cariño y el buen recuerdo que él le guardó durante toda su enfermedad.

Ya en el HUCA, el milagro seguía tomando forma. El doctor Walter Li consiguió para mi padre dos años de buena calidad de vida. El doctor fue un gran aliado contra la enfermedad, un amigo en un mundo desconocido hasta entonces para Juan Jesús y un grandísimo ser humano.

Mención especial también para oncología radioterapia, con su jefe, en aquel momento doctor Luis Olay. Profesional intachable y un trato con este paciente sobresaliente en calidad y calidez humana. Igual, sin desmerecer un ápice, su compañera, la doctora Marta L. Valcárcel.

Posteriormente, en el servicio de oncología, la doctora Fáez, siguió buscando lo mejor para este paciente. Seguíamos con la suerte de cara. La visita a la doctora era la mejor de las medicinas.

Llegan los momentos duros y aun aparecen dos personas con dos grandes maletines, cargados de buen hacer, cariño, comprensión y una dulzura especial, con la misión casi imposible de dulcificar el trago más amargo. Son el equipo de cuidados paliativos de Avilés, para nosotros Marisa y Florisel, enfermera y doctora, que ya son como de nuestra familia.

Mención muy especial para este servicio de paliativos. Sin ellos el dolor de las familias y el de los enfermos no tendría nada ni a nadie que lo mitigara. Sumando los gastos hospitalarios que no se utilizan creo que se justifica aun más su existencia.

La sanidad pública cuenta con grandes profesionales. Hace su trabajo en silencio y, en ocasiones, es bueno proclamarlo. Es un pilar fundamental de nuestra sociedad. Cuidémosla porque todos necesitaremos de ella, no sea que un día lamentemos no haberla valorado en su justa medida.

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