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"¡Papá, mamá, nuestros difuntos viven!"

5 de Noviembre del 2016 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

San Martín de Porres, religioso protector de los pobres, santo español en América, Perú.

¡Buenas noches! Hoy hemos tratado la tónica "El trabajo es redención", concluyendo entre todas las comunidades cristianas del campamento que "el trabajo es poner nuestro granito de arena en la creación que Dios hizo para nosotros" y "que trabajando o estudiando nos vamos haciendo mejores", "crecemos en la bondad y amistad", "los que cumplen con su deber, juegan o releen la Historia de España o del mundo ahuyentan las ocasiones de la pereza e incluso de ofender a Dios y al prójimo"–, y entre todos, vuestra conclusión:

1) "El trabajo bien hecho ayuda a compensar nuestras vagancias y el algo bueno nuestro para que otros chavales descubran lo que es cumplir con nuestro deber, incluso más serviciales". 2) "Sentimos pena por los que se llenan de caprichos, están ociosos, se enfandan y llegan a las peleas". Al anotar esto, los educadores de nuestras comunidades que habían estudiado esta tónica en su reunión antes de ir a descansar nos dijeron: "En esas riñas y peleas que crecen y crecen está el origen de guerras, armas, terror, pobreza y muerte", y luego os comentaron la vida de familia de Jesús, el Señor, en Nazaret: la casa son la Virgen María y la carpintería con San José y el Niño Jesús aprendiendo el oficio y haciéndole los recados: lo mismo llevaba una silla reparada o le preguntaba al tío Cleofás si le podía pagar el trabajo; y así estuvo Jesús hasta los 30 años.

Y espontáneamente surgen vuestras preguntas: "Padre, ¿y trabajaremos en el cielo?, ¿cómo, si hemos muerto?". Os respondo: "De momento, el cuerpo está muerto y no puede trabajar, y tras la resurrección del cuerpo, uniéndose al alma que sigue viviendo, tampoco. ¡Porque el trabajo es el medio que Dios nos entregó en esta vida para ganarnos el pan de cada día y empezar a ser santos en la tierra y conseguir la felicidad eterna al cumplir sus bienaventuranzas". Así, el Señor orientó a Adán y a Eva, y Santo Job del desierto exclamó: "Sé que mi redentor vive y que mi cuerpo también resucitará", además os recuerdo el martirio de los siete hermanos Macabeos": "Tú, malvado rey, nos matas, pero el Señor nos resucitará para una vida eterna", y es Jesús mismo el que dice a los saduceos –que negaban la resurrección–: "Los que resuciten serán como ángeles", y es Moisés el que llama al Señor: "Señor de Abraham, de Isaac, de Jacob". "No es el Dios de los muertos, sino el de los vivos: porque para Él todos están vivos".

Así pues, los cristianos podemos proclamar que "¡nuestros difuntos viven!" y están al lado de Dios, codo con codo con todos los santos. Por esto, todos ellos no canonizados son los "santos desconocidos", la parte mayor del cielo: ¡más del 99 por ciento! Así cada uno ponemos un cuadro con fotos y nombres o sólo con nombres de nuestros difuntos, ya santos. Y ahoran mirando al Niño Jesús de Belénn imaginan con quiénes estaremos y hablaremos; luego el beso diciéndolo: "¡Buenas noches, Jesús!".

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