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Una polémica investidura

9 de Noviembre del 2016 - Ricardo Luis Arias (xx)

Lo fue la de Mariano Rajoy con la abstención del PSOE, que quedó tocado del ala y con un Pedro Sánchez con el glúteo al aire. Lo sentimos por el Partido Socialista, cuyo rumbo democrático y constitucional fue trazado por los que venían del "santuario" de Suresnes, y cambiado ahora por otros socialistas sin pedigrí (entre Felipe González, por ejemplo, y Pedro Sánchez, el abismo es abismal) que están llevando al partido hacia una izquierda "made in Podemos". Lo sentimos por el PSOE, que tenía que seguir unido para conseguir, con una democrática oposición al PP, una buena gobernabilidad que saque a España de la caótica situación que vivimos, mal vivimos, de ruina social, económica y política.

Más que polémica, la cuestionada investidura fue una encarnizada lucha dialéctica y verbal en la que todos se tiraron a la yugular del candidato, que allá se defendió como pudo y aguantando con el estoicismo gallego que le caracteriza. Pero Rajoy se salió con la suya y vuelve a iniciar otro mandato como presidente del Gobierno, ahora con todos los partidos políticos enfrente, dispuestos a meterle el diente. Su mandato anterior no fue muy afortunado y sí muy cuestionado. Porque entre otros motivos, la importancia que dio a la recuperación económica no la hizo extensiva también a otros problemas y necesidades. Por ejemplo, el grave y preocupante tema del independentismo catalán, con el que Rajoy sí que ha sido un verdadero don Tancredo, tolerante y mansurrón. Porque, con la Constitución y sus leyes en la mano, pudo detenerlo en un principio, antes de que tomara el volumen que adquirió, y que es ahora como una enorme bola de nieve que nos puede llevar a todos por delante. ¿Como se detiene ahora?

Sí, esta investidura no ha podido ser peor, porque en ella predominaron la agresividad verbal, las descalificaciones personales, la grosería y la zafiedad, la violenta rivalidad ideológica entre algunos partidos, a lo que hemos de añadir la incorrecta comparecencia de muchos diputados, que debieran de ser más respetuosos y considerar que el Congreso no es un chigre ni una discoteca. Y a él hay que ir correctamente vestido, porque el traje y la corbata, por ejemplo, no deben de diferenciar ni encasillar a nadie, cualesquiera que sea su ideología política. En muchos casos, no es más que fruto de una cutre y equivocada progresía, que mucho mola hoy. Un ejemplo para los "descamisados": el histórico comunista Santiago Carrillo vistió siempre correctamente. Como tiene que ser. Todo esto no es más que la falta de la más elemental educación y no saber estar y comportarse socialmente. Y evidente demostración de que "lo que natura no da, Salamanca no lo presta".

Todo este lastre vergonzoso y antisocial empobrece nuestro prestigio y deteriora, ante el mundo, nuestra imagen y marca España, volviendo a considerarnos como un país de coña y pandereta. Finalmente, diremos que Albert Rivera, de fácil y rica oratoria, demostró ser una excepción y ejemplo en la polémica investidura de Rajoy, que será breve, tormentosa y hasta apocalíptica, tanto en la Cámara como en la calle. Aquí, sobre todo, con manifestaciones, pancartas, banderas, quema y destrozo del mobiliario urbano, que pagamos todos. Y esta reflexión: ni izquierda ni derecha, sino todo lo contrario, y un país en paz, unido y solidario.

Y asqueados de esta nauseabunda política carpetovetónica, nos vamos a nuestro mundo rural, al pueblín y la aldeína. En donde el paisano, sus buenas gentes, ellas y ellos, hacen historia con la mejor política: honradez, trabajo, solidaridad y convivencia, que aquí abajo no tenemos. Y allí arriba, además, en donde la madre naturaleza ha echado el resto, la paz, que aquí tampoco tenemos, es una hermosa realidad.

Ricardo Luis Arias

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