El colegio notarial de Asturias y los fantasmas del pasado
Imagina que eres un trabajador y que cumples con tus obligaciones, no provocas quejas y no tienes faltas disciplinarias. Imagínate que entra un nuevo jefe en tu empresa y decide que en un determinado momento tú debes ejercer de botones por un día. Tus funciones consistirán básicamente en recoger abrigos, unas obligaciones, por cierto, que no se estipulan en tu contrato de trabajo y que desde luego nada tienen que ver con el puesto que desempeñas. Ahora imagínate que ese nuevo jefe decide sacarse de la manga unas normas de protocolo para ese momento en concreto y que en esas normas se te exige llevar traje.
Esto equivale a que tendrás que gastarte unos 300 euros de un sueldo de 600 en comprarte uno, debido a que la empresa no se hace cargo de este supuesto uniforme de trabajo que se han sacado de la manga. Así que al no estar dispuesto a gastarte el 50% de tu salario en un traje que apenas vas a utilizar un par de horas, ya que para el desempeño de tu trabajo diario no se te requiere, la respuesta por parte de la empresa es el despido (no porque no hayas cumplido con el trabajo que te han encomendado, a pesar de no formar parte de tus atribuciones, sino por haberlo realizado sin ponerte una corbata y un traje).
Pues esto es lo que acaba de ocurrir en el ilustre colegio de notarial de Asturias. En el que alguien acaba de ser despedido por no llevar corbata y cito textualmente la carta de despido: "Se presentó usted de forma inadecuada para la misma (haciendo referencia a una toma de posesión), lo que es una desconsideración para los miembros del colegio invitados al acto".
No es éste el lugar para realizar consideraciones sobre el despido improcedente en el que se ha incurrido, pero sí resulta llamativo que el Colegio de Notarios actúe de esta manera, vulnerando los derechos fundamentales de un trabajador, como el derecho de defensa ante los hechos que se le atribuyen, al no comunicarle el inicio de ningún expediente sancionador frente al que poder efectuar descargo alguno.
Tras escuchar semejante historia, uno tiende a imaginarse personajes que podrían haberse escapado de La escopeta nacional (1977), un esperpento de tiempos que ya creíamos olvidados. Pero parece claro que, de vez en cuando, el fantasma de la España más casposa se revuelve para recordarnos que en realidad nunca se fue.
Alguien podría alegar, con cierta razón, que el dueño manda en su empresa y que siempre que esté dispuesto a abonar la indemnización correspondiente tiene todo el derecho de decidir quién trabaja para él y a quién despide. Sin embargo, debemos recordar que no se trata de una empresa al uso, sino que estamos hablando del Colegio de Notarios de Asturias. Por lo tanto, los actos del colegio deben corresponderse con los de un gestor, no con los de un señorito en su finca. Porque en última instancia, se está actuando en nombre de los notarios y si realmente se representa así al colectivo me parece que no hemos avanzado nada desde el siglo XIX.
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