Cuando los paraguas no sirven para nada
La historia de la evolución nos dice que han desaparecido especies como la del homo de Neandertal. Digamos que, llegado a su punto de inflexión, colapsó. También lo hizo la cultura espartana, superada por la griega. A continuación la cultura griega fue tragada por la romana, pero Roma se helenizó. No hace mucho (horas desde el punto de vista histórico) aún estudiábamos latín en el Bachillerato elemental todos y, algunos, griego en el superior. Por estos detalles hay quien cree que los tiempos han cambiado, pero la función en el tiempo F(t) sigue siendo la misma. Sólo se ha llegado al límite donde se determina si va a ser convergente o divergente. Es como si estuviésemos metidos en un bucle ("loop") dentro de otro bucle y llegásemos al punto en que una sentencia (ifthem-else) nos permita evolucionar o ser rechazados a un desvío inútil. Antes de ir más allá, estableceré mi proposición: o llegamos a hacer posible que los robots construyan robots y maquinaria fuera de la Tierra o nuestra especie, como fuente de evolución, se habrá secado. ¿A qué nos enfrentamos? A abolir la desigualdad de oportunidades, el egoísmo, el odio y el rencor, o caer en el atractor destructivo de todas ellas con desprecio de toda posible redención.
En los últimos cincuenta años hemos desarrollado oportunismo político guiados por el interés económico de unos privilegiados que obtenían el éxito de forma rápida y eficaz. Arrastrados por ese interés sin conciencia de temporalidad, hemos llegado a los rápidos de un desesperado y mortal río de populismo y fanatismo. Un peligro que se acrecienta aun más con las crisis sistémicas en que estamos inmersos. No hay oportunismo o populismo de izquierdas o de derechas, sólo son enfermedades mortales de una sociedad que enferma al no haber desarrollado las enzimas para metabolizar sus agentes patógenos con la educación; o, peor aun, haber educado para enfermar. El desarrollo tecnológico nos ha llevado a la posibilidad real de combatir y eliminar los males de este mundo. No tiene por ello que ser el fin de la Historia, sino todo lo contrario: termina una curvatura cóncava y aparece otra convexa. En ese posible futuro, la Humanidad puede verse libre de ser explotada para ser activa constructora de la vida en la Tierra con la ayuda del algoritmo, la nanotecnología y los robots. Es preciso dejar atrás oportunismo y populismo: pues el uno no desea ser solución para todos y los otros acaban siendo un problema para todos. Los liberales deben volver del exilio para defender la libertad de todos, y la socialdemocracia, conseguir la igualdad real de oportunidades para toda la Humanidad. Ha llegado el momento de la ética, no del interés. De aprender de las equivocaciones y de posibilitar a las generaciones futuras evolucionar genéticamente implementando nuestros logros, no destruyéndolos. No se trata de la inmortalidad que se busca en la singularidad de Silicon Valley (antes San José), sino de una singularidad universal para evolucionar dando libertad a todos: equivocarse, aprender, cooperar y seguir creciendo. Se trata de nacer a un alba de eternidad abandonando la placenta de nuestro cuerpo: ese momento en que nuestra conciencia emigra a la común unión con la de todos de todo tiempo y lugar. Entonces, cuando los paraguas no sirven para nada, la verdad y la lluvia de la realidad nos mojarán y sabremos que llegamos al principio: más allá de la luz, inmersos en su esencia lumínica.
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