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La cuestión palpitante

8 de Noviembre del 2016 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

No faltan necios que consideren que lo más urgente es aprobar los presupuestos. Afortunadamente, cada vez van siendo más los que creen que lo prioritario es clarificar las ideas. De nada se discute tanto en mi pueblo como que si Cataluña es una nación o vete tú a saber. Porque sin saber lo que es Cataluña, no podemos saber si España sigue siendo el Estado español, o es simplemente este país, o si por el contrario es una nación de naciones, aparatoso catafalco, formidable y espantosa máquina. Y es duro irse a la cama cada noche con esta incertidumbre, después de una buena cena. En mi pueblo quedan dos vecinos y no se tratan, pero es obvio que, si se trataran, el primer punto del orden del día sería la cuestión catalana.

Un recentísimo artículo de Juan Cofiño, "Pedro Sánchez y nuestros demonios familiares" (LNE, 8.11) despeja definitivamente la incandescente incógnita. Cataluña es una Nación en el sentido modernista e historicista del término. Modernismo e historicismo, como todo el mundo sabe, son la misma cosa. Y el Romanticismo, si alguna vez pasó por aquí con su dichoso Volkgeist arrastras, ni los viejos del lugar se acuerdan. Cofiño, uno de los politólogos de Prunales más influyentes en la sociología contemporánea, no necesita presentación (aunque el intelectual de referencia en la izquierda asturiana sigue siendo F. Lastra; no hay más que verle las gafas).

A esa conclusión tan clarificadora llega aplicando los principios elementales del neopositivismo: viene al consultorio la Comunidad Autónoma en cuestión (-¿Nos abre la boquita, por favor?), se le baja la lengua delicadamente con una cuchara sopera y se le pide que diga 33, al tiempo que se alumbra con una linterna de petaca. Y en seguida se ve si lo que asoma por detrás de la epiglotis es una nacionalidad, una nación de cuerpo entero, modernista e historicista, o una comunidad corriente y moliente.

Si alguna duda hubiere (que no la habrá), se repite la operación. El mismo procedimiento que cuando a Cofiño de pequeño se le ponían bravas las amígdalas y lo bajaban al ambulatorio de las Arriondas. En la próxima entrega, que está al caer, disertará nuestro politólogo de cabecera sobre si a las naciones les hay que dar de comer aparte o siguen la dieta ordinaria. Entre tanto, que se vayan ocupando de los presupuestos, de la educación y de les calelles.

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