Ken Loach / Donald Trump
Los seres humanos tenemos de vez en cuando reacciones paradójicas ante acontecimientos que por su magnitud nos sobrepasan. Unos se quedan paralizados sin capacidad de reacción, a otros el acontecimiento en cuestión les hunde en la depresión y los hay que pueden terminar recurriendo a la violencia..., en fin, hay de todo en la viña del Señor.
En mi caso, después de conocer la noticia y empezar a aceptar la idea de que un showman de la peor calaña (misógino declarado, vulgar machista, xenófobo enfermizo, ignorante político, de lenguaje insoportable) será el nuevo inquilino de la Casa Blanca, opté por irme al cine e imbuirme en la última historia que nos cuenta Ken Loach, sobre los dramas humanos que ocurren en la Inglaterra post-Estado de bienestar.
Sigo la filmografía de Loach desde hace muchos años porque considero que es el legítimo heredero del realismo social europeo de Jean Renoir, Rossellini, Visconti, Vittorio de Sica, Pasolini..., quienes reflejaron con gran dureza, pero sin concesiones, los dramas humanos de la Europa de la posguerra. Loach no deja de recordarnos, a través de sus personajes, que la lucha por la supervivencia continúa. En su última película, "Yo, Daniel Blake", pone el acento en señalar que todavía es posible encontrar aquellos valores que el capitalismo salvaje se empeña en enterrar: la solidaridad, la amistad, la empatía por el que sufre, la dignidad de las personas que se resisten a ser consideradas un número, "un usuario", "un cliente" del sistema, donde la burocracia es como una tela de araña que lo envuelve todo.
Los personajes de las películas de Loach (con guiones de su inseparable Paul Laverty) son profundamente creíbles porque la cámara consigue captar el sufrimiento, la angustia, la impotencia ante el poder de actores que no son divos, no son estrellas hollywoodienses, se parecen mucho a cualquier vecino suyo o mío y que uno tiene la sensación de que en cualquier momento nos cruzaremos con uno de ellos en el ascensor. Por todo ello entendemos perfectamente lo que les está pasando, su lucha e impotencia ante la burocracia de las administraciones del Estado.
No es fácil encontrar en el cine norteamericano (Hollywood se mueve por otras coordenadas) directores comprometidos que denuncien los dramas humanos a la manera de Loach. Pero hacen falta, hoy más que nunca, cuando los estadounidenses empiecen a sufrir las consecuencias de las políticas antisociales que no tardando mucho se empezarán a aplicar por parte de este descerebrado que acaba de convertirse en cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos y que considera que gobernar una nación es como dirigir uno de sus hoteles horteras o sus puticlubes de lujo..."Dios perdone a los Estados Unidos de América" y que al resto del mundo nos pille confesados. En Europa bastante tenemos con nuestros propios fantasmas que están encantados celebrando con champagne el advenimiento de la nueva era que se acaba de inaugurar en U.S.A., y para colmo se nos muere Leonard Cohen, al menos él si se librará de la pesadilla.
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