Los cangrejos que no amaban la libertad
Los verdaderos dueños del conocimiento son los grupos activos; grupos que, amando la libertad en los otros, cooperan con ellos para alcanzar el éxito.
Tenemos un grave problema: se dice que en la evolución siempre triunfa lo mejor, pero eso en algunos sitios es sólo un mito. La realidad es que en ellos no triunfa lo mejor, sino que se le hace sentir mal. Hemos menospreciado una formación (existente hace 40 años en el Ministerio de Trabajo) sin cooperar con ella: una formación en permanente búsqueda del cambio; una formación con aulas en las mismas empresas si fuera necesario; una formación que crecía impartiendo tecnologías específicas de especialización; una formación de postgrados cuyo cometido era ampliar los conocimientos hacia el desempeño; ya que: nada de los grados es valido para la competitividad en el ámbito de las empresas si no se amplia con destrezas cognitivas de postgrado y se las readapta en la empresa (dualidad). Una formación pensada para impulsar la sociedad al pleno empleo: no sólo porque sería necesario por la innovación tecnológica, sino por la innovación en las propias ocupaciones. Por eso, ya en aquella época, se crearon los Centros de Orientación Profesional que estudiaban esos previsibles fenómenos de cambio y posibilitaban la readaptación permanente de las personas. Esto se ha perdido y ha triunfado lo que nos queda: se rompió la evolución del progreso al éxito y se menospreciaron las destrezas cognitivas avanzadas. Hemos subvencionado la rigidez y alejado el mérito. Si Administración, empresas y sociedad, no valoran la investigación en todos sus ámbitos; si no se coopera en la búsqueda de destrezas cognitivas adaptadas al futuro desde la empresa; si sólo se buscan subvenciones; si se violenta el mérito y se alienta la rigidez; si se ensalza el pasado... Entonces: hoy como siempre, el futuro no será apetecible.
Hace muchos años, en esta sección, leí el escrito de un exdirectivo de importantes empresas, escribía desde un idílico paraje extranjero y nos decía: «Lo que os pasa es lo mismo que les pasa a los cangrejos de mi cesto todas las tardes. Estos cangrejos, que una vez cocinados no tienen sabor alguno, hacen un buen caldo. Por eso los recojo y los dejo en el cesto a la orilla de la mar mientras me doy un baño. Al volver, a pesar de ser un cesto abierto y sin tapas, compruebo admirado que no se ha escapado ninguno. Ocurre esto siempre, pues cuando un cangrejo intenta elevarse por las paredes en busca de la libertad, llega otro por detrás y lo arrastra al fondo junto a él y a los demás». Se podría haber cooperado y sobrepasado la dificultad, pero cooperamos para lo contrario: incluso pretendemos negar la cooperación a los premios Princesa de Asturias que premian el mérito. Por eso, cuando el programa Erasmus (o algo similar) saca fuera del pozo a nuestros destacados jóvenes y éstos ven la cooperación existente entre los dueños del conocimiento y las sociedades abiertas que se construyen allá afuera, se les quitan todas las ganas de acercarse, ni siquiera un poco, al borde de un pozo que sepulta la creatividad.
Hay capitales en las provincias de nuestro alrededor que nos marcan muchas diferencias: son pequeños logros previsibles hacia la libertad mutua: algo que ni conseguimos ver ni tenemos previsto apreciar. Sin sentir esa necesidad de actuar y cooperar hacia esos logros: ¿cómo vamos a progresar?
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