"Día mundial de la filosofía"
Querido Sócrates:
Muchas veces me pregunto si las más renombradas personalidades, desde algún lugar en la infinidad, sabrán de la huella que han dejado marcada. Pero me parece excesivamente vulgar hablarte de la repercusión que has tenido a nivel universal, porque me basaría en datos y más datos un tanto objetivos. Intentaré conmoverte con mi, hasta ahora, casi insignificante experiencia filosófica. Aunque, al fin y al cabo, de la suma de individualidades se compone la grandeza, y no puedo evitar sentirme ligada a miles de almas más con ecuánimes inquietudes.
Me robaste sin saberlo un pedazo de mi corazón. Como cuando a Alcibíades salvaste de la muerte, a mí me sacaste de la exposición a la ignorancia; aun así, dejándome desnuda frente a las reflexiones más profundas (y puede que dolorosas) que experimente al tomar este camino. Llegaste nada más que nací, no hubo momento más idóneo, pues siendo yo una niña que nada sabía, todo me lo preguntaba. Ya lo dijo Hume, que la mente de un niño siempre será el mejor folio en blanco para escribir (para filosofar). Comencé a entender poco a poco las cosas que me rodeaban. Pero apareció Platón, y ya nada era lo que parecía; entre luces y sombras, me di cuenta de que me quedaba un largo camino para dejar atrás la credulidad.
Me preocupé, enormemente. No podía asimilar esa nube de ignorancia en la que vivía inmersa: ''¿Y qué más da?'', me susurró Aristóteles. ''A fin de cuentas, todo lo que haces es para ser feliz.'' Intenté desaprender. De alguna manera, comencé a ser más pragmática, y en ese pedacito de corazón que me robaste, inyecté una pequeña dosis de endorfinas. Podría decirse que del mismo modo que Aristóteles encauzó de nuevo la filosofía hacia la realidad, redirigió mis sentimientos hacia lo importante, dejando atrás preocupaciones insustanciales. Gran acierto.
''¿Y si todo es un sueño?''. Lo siento, Descartes, pero con esta pequeña porción de felicidad, la vida puede llegar a ser el más bonito de los sueños, pareciéndome legítimo poder decir que, si acepto tu racionalidad, es porque admiro la alocada idea de amar algo sin que sea necesariamente tangible; la filosofía, una ensoñación, más científica de lo que parece, infinitamente más enraizada a la vida de lo que os podéis imaginar y ni yo misma sé.
Todo esto lo supe a medida que fui creciendo, construyéndome y desconstruyéndome, una y otra vez. Por dos veces hago alusión a Hume, porque, aunque no todo necesariamente pasa por algo, afirmo experimentalmente que si elegí este camino fue porque has sido tú el más brillante maestro de billar.
Ahora, con 18 años, sólo tengo hambre de comprender, de indagar y averiguar. Aunque ''daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro'' (Descartes), me declaro kantiana en su doctrina más valiosa, crucial, relevante y admirable: ''Sapere aude''.
Gracias, Sócrates.
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