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El único amor de Chejov

20 de Diciembre del 2016 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

"Y sólo ahora, cuando empezaba a encanecer, amaba de veras, con sentimiento genuino, por primera vez en su vida" ("La señora del perrito", Chejov, 1899).

Se ha dicho que Borodin y Chejov consideraban la medicina como su esposa, y su arte como su amante, si bien éste último contaba con gran variedad de amores; la naturaleza frondosa, la estepa ucraniana, la taiga siberiana, aves, peces, árboles, flores, la música, los sonidos de la noche, pero, sobre todo, era un enamorado de la belleza y de la vida. Anton amaba profundamente a su patria y a su pueblo, hasta el punto de que el año mismo de su muerte, ya muy enfermo, quiso ir como médico a la desastrosa guerra ruso-japonesa. De forma que su arte literario fue para él no tanto su amante como el producto refinado de sus muchos amores.

Su presencia física, ojos grises melancólicos, rientes o acerados, el encanto y sencillez de su trato y sus extraordinarios relatos captaron el amor de numerosas mujeres. Tuvo varias amigas íntimas, la escritora Lidia Arilova, ya casada; la bellísima Lika Mizinova, que inspiró la Nina de "La gaviota", y, ya en su "exilio" de Yalta, Nadienka, su casi prometida. Pero ese mismo año 1898 –asistiendo a los ensayos de "La gaviota" para su estreno en el Teatro del Arte de Moscú, que dos años antes había fracasado en San Petersburgo– coincide con la joven y buena actriz Olga Knipper, iniciándose allí una relación amorosa, que duró lo que la vida de Chejov. "La gaviota" fue representada con éxito y Olga encarnó el personaje de Arkadina; el de Elena en "El tío Vania", obra que, junto a "La gaviota", es la más autobiográfica de las de Chejov, a través del médico Astrov; un año después, Masha en "Tres hermanas" y, finalmente, el de la terrateniente Ranievskaya en "El jardín de los cerezos", estrenada en Moscú el 17 de enero de 1904, fiesta de San Antón Abad, onomástica y 44º cumpleaños de Anton.

Chejov arrastraba una tuberculosis larvada desde poco después de licenciarse en 1884, lo que no le impidió hacer una vida normal y disfrutar de la vida campestre en Melijovo, no lejos de Moscú, plantando innumerables árboles, sin que faltaran los simbólicos cerezos, cuyo recuerdo dio título a "El jardín de los cerezos"; además de tratar a cientos de enfermos y de escribir numerosos relatos. Hasta 1897 no le llegó la primera gran hemoptisis. En 1899, tras la muerte de su padre, pensando en vivir en Yalta, vendió Melijovo, cuyo nuevo propietario taló de inmediato el cerezal. Ese mismo año Chejov vendió por 75.000 rublos los derechos de publicación de todos sus relatos. Dijo que sería un buen negocio si vivía cinco años y malo si vivía más. ¡Resultó un buen negocio!

Al teatro de Chejov se le ha llamado antiteatro por apartarse de la ortodoxia de planteamiento, peripecias y desenlaces. Para Chejov, cada escena es un desenlace, y, por muy banal que parezca, busca la colaboración del público, para que entienda lo que sienten los personajes: es la llamada corriente subterránea. La escenografía y la interpretación sobria, ajena a gesticulaciones, con la adecuada entonación y expresión facial, pausas y silencios, con alternancias de realismo y lirismo, son esenciales para la transmisión de emociones. La música de fondo intermitente, otros ruidos y sonidos, como la esquila de una caballo, el lejano sonar de un caramillo, guitarra o acordeón, el golpe de un hacha talando un árbol contribuyen a aumentar el efecto dramático y el lirismo. Olga tuvo parte del mérito de la correcta transmisión a los directores de los detalles escenográficos para que las obras de Chejov fueran entendidas y apreciadas.

Tras una estancia en Niza, donde su salud mejoró, Anton se residenció en Yalta, construyó una casa espaciosa para alojar a su familia y, en su caso, a Olga, a la que la gente bautizó como "la dacha blanca"; de nuevo plantó muchos árboles, pero para huir de tantas visitas y pensando en tener un nido para Olga, compró una casita tártara en Gurzuf, al borde del mar Negro y no lejos de Yalta.

Las visitas de Olga a Yalta y de Chejov a Moscú forjaron ese amor que ya fue de pareja en 1900, y de matrimonio un año después. Olga le instaba a casarse para no seguir con tapujos, mientras que su hermana Masha, a que no lo hiciera porque la boda empeoraría su enfermedad: mejor que se arrejuntaran. Fue una boda discreta en 1901, con luna de miel en el sanatorio para tuberculosos de Ufa, en los Urales. La boda de Chejov fue un tsunami emocional para muchas mujeres. Una de ellas, Maria Drozdova, llegó a escribirle: "¡Cómo odio ahora a esa Olga. Tu rostro querido y amable se ha vuelto odioso; y pensar que vais a estar juntos para siempre me resulta insoportable. Soy tan desgraciada, mientras escribo estas líneas, lloro amargamente".

Las largas separaciones propiciaron una correspondencia apasionada que contribuyó a aliviar a Anton de su enfermedad y a darle fuerza para que, en fase tan avanzada de su tisis, pudiera escribir "Tres hermanas" y "El jardín de los cerezos", estrenando sólo seis meses antes de su muerte; un gran éxito del que no disfrutó por su mala salud.

El rápido deterioro de Anton indujo a Olga a llevarlo a un afamado sanatorio de la Selva Negra, pero en el que no sabían de milagros. Anton no tenía ropa de verano, por lo que al llegar el calor Olga fue a la próxima Freiburg y le compró un traje de franela, pero al fallecer Anton el 2 de julio de 1904, sólo le sirvió de mortaja. Enterrado ya en el cementerio de Moscú, Olga, tras sus muchas visitas, continuó con sus cartas de amor, pero sin esperar respuesta por escrito.

Olga siguió muchos años en la escena, pasando los veranos, hasta muy mayor, en la casita tártara de Gurzuf, en que había vivido a temporadas con Chejov; su hermana Masha heredó la elegante "dacha blanca" en Yalta y también la ocupó en las vacaciones. El Teatro de Arte de Moscú homenajeó a Olga en su nonagésimo cumpleaños, cuando pronunció sus últimas palabras en escena; los enigmáticos versos con que Pushkin inicia su poema "Ruslán y Liudmila": "Un roble verde donde se curva la orilla del río / y en ese roble, una cadena de oro". Se aludía al famoso roble de Taganrog, ciudad natal de Chejov en el Azof, que en realidad era una centenaria morera blanca. Con este mismo verso –en homenaje a Pushkin– había iniciado Olga su actuación en las "Tres hermanas". Siendo Olga ocho años más joven que Chejov, falleció a los 91 y le sobrevivió 55.

A partir de 1921, la "dacha blanca" alojó el Museo Chejov de Yalta, y en 1987 la casita tártara de Gurzuf fue su anexo. El primer presidente ruso que, en 2003, visitó como invitado el museo fue Vladimir Vladimirovich. Un año después se conmemoró allí el centenario de la muerte de Chejov. Hay quien malicia que tal visita de Putin fue de inspección del territorio de Crimea, como avanzadilla para su posterior reincorporación a Rusia.

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