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La paradoja de la paloma

30 de Noviembre del 2016 - Andrés Gómez (Gijon)

En realidad, el título debería ser "La paradoja de la paloma, el Banco de Alimentos y el anuncio de la lotería", pero queda un poco largo para un espacio tan pequeño. Pero aparte de esta minucia, se preguntarán qué tienen en común estos tres temas para que den lugar a una paradoja. Una situación que, personalmente, me hace ver que el mundo es más incongruente cuanto más hacemos ver que somos la mar de consecuentes. Si dedican un poco de tiempo y empatía, lo comprenderán.

Ser padre te lleva a caminar y disfrutar de los parques con otra perspectiva, a ser más observador con lo que rodea a tus hijos y a poner alma escrutadora ante la multitud de las visiones sociales diferentes que conviven durante un rato en el lugar habilitado por el Ayuntamiento para que los menos se contagien de todos los virus posibles. En estos parques he observado que más de una, o dos, o quizás una decena de personas, todas ellas de edad avanzada y puntualidad británica, traen a los jardines comida para pájaros, gatos y demás fauna urbana carente de hogar. No puedo decir que lo dejen en un lugar apartado, puesto que en casi todas las ocasiones los granos de arroz acaban al lado de la fuente, los piensos esparcidos por debajo de los setos, bancos, pudriéndose y aumentando el número de alimañas que ven que el bufé gratis es más accesible que el alimento de la madre naturaleza.

Pero fíjense, no puedo dejar de mirarlos con una visión paternalista. Pienso que el precio de la soledad se amortiza con la compañía y responsabilidad que da el visitar y hacer sentir a estos pobres bichos como alguien propio de la familia. El moverse con premura para que a estos nunca les falte lo que a ellos, posiblemente por la edad, les ha ido desapareciendo de sus vidas, familiares, hijos, cónyuges. Triste es la soledad cuando acompaña en los últimos días de la vida trabajada sin más recompensa que el silencio de una almohada en la oscuridad de la noche. Suena tan poético que ¡falso!

¡Todo es mentira! Sí, acabo de dar un giro a todo lo contado. No a su veracidad, sino a lo que mis ojos interpretan.

De primeras, ¿ustedes se dan cuenta del anuncio de la Navidad donde nuestra entrañable maestra Carmina vive engañada por su entorno para que no se dé cuenta de su error y nos demuestre que el amor de una madre es infinito a más no poder? ¿Sí? Ese anuncio que me ha hecho llorar como una magdalena cubierta de azúcar. Pues la organización médica colegial me dice que hago mal si me gusta el anuncio y veo de manera paternalista a los mayores, porque, y cito: "Viene a expresar una idea contra la que hemos de estar los médicos, y más aun los geriatras, la idea de que con los mayores hay que actuar con paternalismo y que hay que decidir por ellos suplantando su voluntad y evitando que dispongan de la información que necesitan para poder adaptar sus decisiones y su conducta a su propia realidad". Hemos de actuar de igual a igual. ¡Fantástico, deshumanizar para curar, o eso creo!

Además, ahora acaba de pasar a mi lado una pareja comentando que del 21 al 26 de noviembre empezará la recogida de alimentos. Esa labor de gente voluntaria que sin ningún afán de notoriedad, como pequeñas hormigas, va consiguiendo que los días de la miseria se pasen de manera diferente con algo en el estómago. Es asombrosa la labor que hacen y lo poco que sabemos agradecerlo.

Y mientras leo esto, mis hijos, en el columpio "cañicándose", mis ojos cambian o viran al rojo de enfado, porque así tengo que mirar a estas personas que dan ese alimento a estos animales, sin ningún paternalismo. Por qué no se dedican a dar todas esas toneladas de alimento que utilizan para alimentar bichos del parque, que por naturaleza e instinto son animales que tendrían que buscar su propio alimento en su lugar adecuado, y no domesticarlos o falsearles su existencia proporcionando un sustento que podría bien ser donado al Banco de Alimentos para gente con la carestía que retuerce estómago, alma y dignidad.

Al menos, en Gijón hay treinta personas, que yo he contado, que todos los días lanzan a la calle un kilo de arroz. Treinta kilos mínimo desperdiciados, más algunos sacos de pienso. Si quieren acabar o mitigar su soledad, no compren ese arroz o ese pan para alimentar a los paxarinos del cielo, gástenlo todos los días en llevarlo al Banco de Alimentos, a Cáritas, y así, de paso, hablarán con gente, interactuarán, ejercitarán la mente y yo les seguiré mirando con cara de paternalismo.

Saldrán animalistas que criticarán mi postura, y me parece bien, pero yo no he criticado la labor de las protectoras, ni del que tiene un animal de compañía en casa. Para ellos es un miembro más de la familia y como tal ha de ser tratado. Pero luego no vengamos a criticar que hay plagas en la ciudad de gatos callejeros, ratas, sobrepoblación de palomas...

La paloma, la última que faltaba. La que menos culpa tiene de todo, pero la única que marcha con la panza llena, sin preocupación, de toda esta paradoja. Es el miembro de la sociedad que mientras todos nos pegamos entre sí, ella se va alegre.

Se han dado cuenta. Podría haberles dicho que del día 21 al 26 de noviembre, el Banco de Alimentos recogió para los que más necesitan, y que todos tenemos que aportar. De paso, que para no sentirse solos, háganse miembros y voluntarios de una asociación. Y, por último, que yo seguiré viendo a Carmina con ojos de nieto y engañándola para hacerla feliz, aunque me lo diga un médico, porque, y como dice el anuncio, "Una madre siempre tiene razón y su amor es infinito".

¡Ah, y la paloma, cagando en la estatua!

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