Ya todo cabe
Hace unos días, en esta misma sección, se publicó la carta de un lector que en muy pocas líneas invitaba a reflexionar sobre el fenómeno de la irrupción general de individuos radicalizados en la escena política mundial. Yo particularmente estoy de acuerdo con la reflexión, creo que esto sí que es una conjunción planetaria, desdichada, pero abrumadoramente real. Al hilo de esa mirada se me ocurre aportar algunas otras derivadas, más domésticas, diríamos, pero que iluminan la miseria de los tiempos que se nos vienen.
Convengamos, pues, que para que en una nación, particularmente con estructuras democráticas, se erijan cuadros dirigentes de cierta calaña debe haber un terreno favorablemente abonado. Como reflexionaba el acertado lector, nada de esto hubiera ocurrido sin la previa bajeza moral e intelectual de la plebe, emburrecida por el descontrol consumista, alimentada mental y físicamente con piensos a granel, con un desarrollo desmesurado de la interiorización del solipsismo, el hedonismo. En ese contexto, ya todo cabe, y sin digestión previa del intelecto se puede pasar en un tris de la precuela de cualquier refrito violento a asumir como propias las manifestaciones del primer charlatán que aparezca. Por decirlo más gráficamente, cuando se vive entre basura ya no se distingue el olor a podrido.
Pero hay más. A rebufo de esa emergencia están empezando a salir del armario ciertos personajes que hasta ahora estaban calladitos, quizá por el fundado temor a parecer indecorosos. Basta con rebuscar en la prensa para comprobarlo. Individuos que expresan sin sonrojo su brutal manera de ver, generalmente patricios o empresarios exitosos, aunque también sacerdotes o politiquillos de toda ralea que desde sus púlpitos no ocultan el desdén que sienten sobre unos mínimos derechos laborales, sobre ciertos modelos de familia, sobre el acoso sexual, la verdad, es que si no nos molestan los orcos, sus empujones, la fetidez de su aliento, sus modales, deberemos acostumbrarnos a vivir entre ellos, con ellos y como ellos quieran. O nos dejen.
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