Emoticones

24 de Noviembre del 2016 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

He leído que ya no somos ni posmodernos, que hemos entrado ya en la vorágine de la posglobalización y posverdad. Donde lo que cuenta es lo virtual, merced al predominio absoluto de lo tecnológico y las redes sociales, el ruido informativo y las lecturas hipersimplificadas de sociedades tan complejas. Frente a individualismos salvajes u oclocracias, es necesario loar, por el contrario, las relaciones arraigadas, la proximidad humana, la sociabilidad a escala de vecindad, escalera y barrio, una significativa humanidad horizontal sin tanto aparato ni nuevas trincheras. Es cierto que querer regir los destinos de las sociedades desde una cosmovisión inapelable y rígida se llama fanatismo y lleva a cazas de brujas, "guerras santas" y autos de fe. Pero también se puede aseverar que el paradigma único cientifista-tecnológico va camino de constituirse en una nueva "seudorreligión transhumanista", que segrega ya a la gente del planeta según su acceso superespecializado al conocimiento científico, la biomedicina y las herramientas tecnológicas más avanzadas. El tema y trasfondo del "Señor de los anillos" de Tolkien era la ambición y la lucha por el poder absoluto que conllevaba la posesión del anillo, objeto también de destrucción y convocador de las fuerzas más oscuras y malignas. La armonía de la vida bucólica, rica en su simplicidad y campechanía en las aldeas hobbits, aparecía como alternativa a las fuerzas desencadenadas del mal. Hoy somos "turistas" de nosotros mismos, visitamos y modificamos nuestro Facebook mil veces, intentando la captación de un clic ajeno de "me gusta". Todo se ha vuelto racionalidad economicista teóricamente, pero luego se dan cúmulos de malestares y déficits que no cubre la lógica más estricta del mercado. Es muy justo atribuir la condición de maravilla a los nuevos medios tecnológicos, pues no es que formen parte de nuestra vida, es que ya son nuestra vida. Pero la calidad de vida también pasa por "desconectar" y por una reflexividad grata y apreciadora de valores incluso de donación; un tiempo libre a llenar de sentido y cultura. Da la impresión de que la gente, replegada hasta el ombliguismo sobre su móvil o su ordenador, fuera un apéndice de las máquinas, seres inertes a máquinas pegados. La comunicación cara a cara se ha resentido muchísimo, se está más pendiente de los dispositivos electrónicos que de dialogar, empatizar, acoger a la otra persona. Así es la civilización del pintor Hopper, llena de soledades y de frialdad. Se dice que hay en nuestra época dos tipos de personas: las centradas en resultados tangibles y las más sociables y empáticas. Lo saludable es la combinación de ambas características.

José Luis López Tamargo

Oviedo

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