Amar el silencio

5 de Diciembre del 2016 - José Antonio Coppen Fernández

¿Qué es el silencio?, se preguntó Pitágoras. Y respondió: "Es la primera piedra del templo de la filosofía". No olvidemos que la Arcadia feliz para desarrollar la facultad de pensar empezaba con el silencio. El silencio no es ausencia. En el silencio se forman la más brillantes ideas, las más hermosas palabras para transformarlas en armoniosos mensajes, de igual modo que brotan las notas en un pentagrama, que las acaba convirtiendo en una sinfonía musical. También en la poesía hablan los silencios. Las grandes elevaciones del alma no son posibles sin la soledad y el silencio. Hasta en la gastronomía deberíamos elegir el silencio que nos proporciona la soledad para mayor disfrute del paladar. Cuando degustamos un menú que consideramos exquisito o, por puntual capricho, deberíamos elegirlo como compañero de mesa y mantel, recordemos que mientras se conversa, se distrae el paladar.

Subtítulo: Un amigo que jamás traiciona

Hay que huir de los malos pensamientos y recuerdos destructivos, que puedan derivarse del comportamiento ajeno, dedicando nuestros diálogos interiores a cultivar actitudes positivas; es el silencio el amigo que jamás traiciona y que no te proporciona situaciones tóxicas. Podemos tener la vejez que se ha ido labrando a lo largo de la vida y es entonces cuando cosechamos lo que se ha sembrado. Con el silencio nos superamos a nosotros mismos. Situados en la atalaya de la edad, la capacidad del ser humano se multiplica para verse desde la butaca de su patio del laberinto de la vida, convirtiéndose en espectador de su propia historia. Es, en definitiva, un síntoma de madurez psicológica en la que se entremezclan sabiduría, experiencia y gobierno de uno mismo.

Va muy unido el silencio a la franca comunión con la soledad, pero no es necesario alcanzar la condición de ermitaño o anacoreta, sólo huyendo del mundanal ruido que nos acecha a diario hallaremos el preciso equilibrio para establecer un íntimo diálogo interior con nuestro yo. Es esencial aprender a estar solos, desterrando de nuestras mentes el temor a la soledad, así podemos seguir viviendo, contra viento y marea, para aprender a confiar en nosotros mismo y, de esta manera, continuar la dirección de la senda de nuestra propia personalidad.

Evitemos por todos los medios caer en el desaliento que puedan provocar las opiniones o críticas de los demás. Muchas circunstancias adversas aconsejan posicionarnos; ahora bien, la intervención deberá adquirir un tono discrepante, no de discusión: aquélla no debe dañar la convivencia, la discusión, la quebranta. Hemos de hacer un pacto de fidelidad con nosotros mismos, así nadie podrá reprochar falsedad en nuestros pensamientos y actitudes. Finalizamos añadiendo que el silencio, en ocasiones, es más elocuente. O puede ser la actitud más elegante. O el tributo que hemos de soportar para conservar la dignidad.

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