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¿Hay alguien ahí?

24 de Noviembre del 2016 - Francisco Fernández Marqués (Gijón)

Caminaba por el barrio de La Calzada, en Gijón, sumido en profundas reflexiones (el cultivo de los bonsáis y su relación con los idus de octubre), cuando dos hombres se me acercaron. Llevaban traje, corbata, maletín y en su rostro, la cándida expresión de hallarse ajenos a los prosaicos problemas de este mundo. En definitiva, el uniforme habitual de salvadores de almas.

–Buenos días, ¿usted cree en la salvación?, me interpelaron.

–Sí, confío mucho en Abelardo.

Marcharon tras alargarme un folleto en el que podía leer que Dios me amaba.

¿Existe el más allá? Sí, un amigo mío estuvo el año pasado en Laponia. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? Difícil dar respuesta a estas cuestiones, sobre todo en la madrugada de algunos fines de semana.

"Soy ateo, gracias a Dios", asegura Luis Buñuel en su autobiografía (no es que la escribiese dentro de un coche) "El último suspiro". Otro cineasta, Woody Allen, afirma que no sólo Dios no existe, sino que no es posible encontrar un electricista en Manhattan; en uno de sus hilarantes relatos, un personaje dice que era escéptico respecto a la existencia de un ser supremo, hasta que cayó en sus manos un catálogo de Victoria's Secret. Por otra parte, el filósofo alemán Nietzsche indica que es el hombre quien ha hecho a Dios a su imagen y semejanza. Esto lo dijo antes de que, en una plaza de Turín, abrazase a un caballo y fuese llevado al manicomio (el filósofo, no el caballo).

El hombre –el animal más parecido al ser humano– viaja a lomos de la fragilidad en búsqueda de trascendencia. Un conocido adagio popular recomienda la conveniencia de "hacer de la necesidad virtud". Es una actitud de inspiración estoica, esa escuela filosófica inclinada a la ataraxia, a la imperturbabilidad, y cuyo máximo exponente en España es Mariano Rajoy. Las religiones cogen el popular adagio y lo transforman en "hacer de la necesidad negocio". Venden, así, un imaginario crucero por el bonancible mar de la eternidad, que se debe pagar con monedas de resignación, fe ciega (pleonasmo) y más moral que el alcoyano. ¿Hay otra vida? Sí, pero es muy cara.

El filósofo y matemático Bertrand Russell estableció la "teoría de la tetera". Teorizaba sobre la posibilidad de inventar la existencia de una tetera que girase alrededor del Sol, tan pequeña como para justificar que no alcanzasen ni siquiera los más potentes telescopios. Eso pasaría a promocionarse en colegios y púlpitos, y se perseguiría a quien lo cuestionase. En esta analogía sobre la posible existencia de Dios, Russell utilizó una tetera. Russell era británico; si hubiese sido asturiano, la tetera se convertiría en una botella de sidra.

Personalmente, ya me cuesta demasiado creer en la existencia real de Charlize Theron como para encaramarme a ciertas cumbres espirituales. Decía Borges que tanto el cielo como el infierno excedían los merecimientos del ser humano. Claro que el maestro argentino no llegó a conocer los vídeos musicales de Leticia Sabater...

Francisco Fernández Marqués

Gijón

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