Me pondré un crucifijo
Mira por dónde, yo me pondré un crucifijo, y lo pondré de tal forma que se haga visible. Cualquiera que me mire, que se pare conmigo, que me tenga de frente, me verá unida al crucifijo.
Nunca lo llevé en el sentido de símbolo religioso visible, aunque siempre fue respetado y valorado en mi corazón y en mi vida.
Así que el crucifijo que yo lleve podrá entrar en un centro público, en una institución del Estado, en una casa particular, en cualquier lugar de donde fue retirado y nadie podrá impedírmelo, porque me avala mi libertad personal de llevar conmigo y en mí lo que yo decida llevar.
Nunca me gustó convertir en joya un crucifijo; sin embargo, ahora sí he decidido que mi crucifijo sea de oro para darle, dentro de mis posibilidades, el honor que se merece.
Ojalá que muchos crucifijos se hagan visibles en solapas, en cuellos, en ojales. Ojalá que los crucifijos se multipliquen haciéndose visibles en todos los rincones, en todos esos rincones de los que no pueden quitarlos.
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