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Las cosas claras, el chocolate espeso

13 de Enero del 2017 - Mario José Diego Rodríguez (Gijón)

Hay días que más vale no leer periódicos ni escuchar la radio. Por mucho que me esfuerce, no comprendo la incontinencia verbal, no la comprendo. Como tampoco comprendo que los intelectuales, o por lo menos los considerados como tales, no sean capaces de explicarse sin circunloquios. Esta situación no solamente no contribuye a la claridad de lo expuesto, sino más bien lo complica. Las conclusiones del discurso acaban por parecer confusas en el mejor de los casos, contrarias al propósito que se pretendía en el peor.

Un verdadero intelectual es capaz de hacernos comprender aquello que no somos capaces de comprender, bien sea porque no poseemos el conocimiento necesario en el campo tratado para comprenderlo o porque culturalmente no tenemos el nivel necesario. También pueden ser las dos cosas al mismo tiempo.

La primera vez que he visto a Hubert Reeves ha sido en un programa literario emitido en Francia los viernes por la noche. Ese día, Hubert Reeves presentaba su libro "Paciencia en el azul del cielo". No he despegado los ojos de la pantalla durante la totalidad de su intervención, que ocupó ese día, si bien recuerdo las tres cuartas partes del programa. Al día siguiente compré el libro y si en la segunda parte del libro, mucho más técnica, sólo comprendí una pequeña parte, nunca me arrepentí de haberlo comprado. Hubert Reeves venía de abrirme un camino en el conocimiento y comprensión de nuestra Historia.

No todos aquellos con capacidades intelectuales lo son con brillantez y siempre me he preguntado si lo que separa a los unos de los otros no es precisamente la excelencia en la divulgación de lo expuesto haciéndolo comprensible para todos.

Un buen ejemplo para ilustrar mi propósito es la polémica generada por la intervención de Pablo Iglesias en un debate organizado por eldiario.es, a propósito de la feminización de la política en particular y de la sociedad en general. He visto íntegramente su intervención y lo menos que puedo decir es que no sé por qué diablos se fue por esos vericuetos para exponernos su propósito. Y si su propósito era el que yo pienso que era, mejor que vuelva a sus básicos.

Si lo que quería decirnos es que la sociedad ideal sería aquella que poseería las cualidades consustanciales a la posibilidad de procreación de la mujer, si lo que quería decirnos es que el futuro de la especie humana es la mujer, o como decía el poeta Luis Aragon en un verso, "l'avenir de l'homme est la femme", lo menos que podemos pensar en ese caso es que no ha optado por el camino más simple para expresarlo.

Esto dicho, si Iglesias ha sido víctima de su incontinencia verbal habitual, aquellos que quisieran aprovechar el malentendido, antes de hacerlo, mejor sería que echen una ojeada en sus entornos respectivos.

Algunos de los que ya empezaron a distribuir pasaportes de buena conducta necesitarían barrer en su casa, porque si el propósito de Pablo Iglesias ha sido, desde mi punto de vista, confuso en la exposición, en los ejemplos que atañen a los aludidos al principio de este párrafo, sus discursos no son el producto de una confusión involuntaria, sino más bien el producto de una clara falocracia declarada.

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