El uso del móvil en los centros educativos
A mi hija le han robado el móvil en su instituto. Hasta aquí, algo que puede ocurrir en cualquier centro educativo, ya que este objeto se ha convertido en algo de uso habitual, corriente e incluso imprescindible para una amplia mayoría de la población y ya no digamos si hablamos de adolescentes. Nosotros, como padres, no estamos de acuerdo con que el móvil se lleve de manera habitual al centro educativo, pues somos conscientes de que es generador de conflictos; ademas, apoyamos el criterio de los tutores, que hasta el momento siempre nos han insistido en esta misma dirección. Un día ella nos dice que su profesora de Educación Física les deja llevar el móvil para escuchar música mientras dan vueltas alrededor del instituto, actividad programada para la materia. Lo cierto es que no nos gustaba nada el empleo de esa medida educativa, que, sin ser obligatoria, les dejo a su elección. A nuestro pesar, aceptamos que los días que tuviera E. F. lo llevara, pues entendimos que la profesora lo haría como recurso motivador para el desarrollo de la misma. A las pocas semanas optó por hacer cambios: esa actividad la realizarían en días alternos, aunque mi hija ya no tuvo la opción de volver con el móvil a casa; entre dos compañeras de su grupo se lo quitaron de su mochila.
Empecé a recopilar información sobre cómo está regulado el uso de dispositivos móviles y otros aparatos electrónicos en los centros educativos y comprobé que es un tema delicado y en algunos centros se acuerda y regula su prohibición total, mientras en otros se permite su uso como herramienta educativa y/o recurso didáctico que pasa a formar parte de la normativa recogida en el reglamento de régimen interno del centro, dándose a conocer a todos los miembros de la comunidad educativa.
Mantuve una entrevista con el director, que me trasladó que sabía cómo se habían desarrollado los hechos y que los indicios apuntaban claramente hacia una determinada alumna, pero que no podían hacer nada porque ella lo negaba. Le trasladé que en el centro no se cumplía ni tan siquiera lo poco que aparecía reflejado en las normas de convivencia para el alumnado: está prohibido el uso de aparatos reproductores, cámaras o grabadoras durante las clases. En caso de incumplimientos, se retirará el aparato y sólo será devuelto a los padres del alumno por la jefatura de estudios.
No se cumple porque en este centro educativo de Secundaria de Gijón no existe un criterio unánime ni claramente pedagógico por parte de los profesores en cuanto a cómo, cuándo y para qué se puede utilizar, permitiendo su empleo de manera habitual sólo a ciertos alumnos para realizar tareas tan disparatadas en un centro educativo como escuchar música, jugar, etcétera. Sin dejar de apuntar que otros profesores lo emplean aplicando criterios mucho más pedagógicos.
En cuanto a lo de no poder hacer nada, es verdad que si la alumna no quiere devolver el móvil no lo va a hacer, pero sí existen medidas a aplicar recogidas en el RRI (días de expulsión, cambio de grupo e incluso cambio de instituto) como medidas coercitivas extremas, que no creemos necesario tener que llegar a ellas.
Es cierto que nosotros como padres podemos poner una denuncia, pero ésta no es nuestra intención y pensamos que el problema debería poder solucionarse en el centro.
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