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A la biblioteca no se viene a estudiar

13 de Diciembre del 2016 - Diego González Rodríguez (Mieres)

El pasado martes, Día de la Constitución, me dispuse a aprovechar la mañana, pues, aunque a uno también le gusta disfrutar de su fiesta nacional, hay ocasiones en que los quehaceres están por encima de los placeres del ocio. Mi día comenzó a las siete de la mañana, una hora más que razonable para trabajar en día festivo. Después de estar unas cuantas horas pegado a la pantalla del ordenador, con la única compañía del café, me pegué una ducha rápida y salí a la calle con la finalidad de coger el autobús e ir a la biblioteca. Una de las cosas buenas de Oviedo es que sus ciudadanos pueden disfrutar de la biblioteca pública en días festivos. Como suelo hacer muchos fines de semana, me dispuse a hacer uso de este bien preciado que el Estado nos concede y ocupé la única mesa que quedaba libre en toda la biblioteca. Mi sorpresa llega cuando el bibliotecario me hace una seña con la mano, que, en resumidas cuentas, venía a decirme que no, no podía estar sentado en ese lugar, pues estaba reservado para consulta de fondos bibliográficos. En ese momento, decido bajar a la segunda planta, planta infantil, pero llena de adultos estudiando. Me encuentro con dos bibliotecarias y les pregunto educadamente si puedo utilizar la única mesa que había con un enchufe para poder continuar con mi trabajo. La negativa me deja sobrecogido, pero la respuesta de ambas me deja estupefacto: ¡no se puede, esta sala es para niños! Hasta ahí bien, pero ¿por qué si la sala es para niños está ocupada por adultos?, ¿dónde está la normativa que indica que la sala está limitada solamente para uso infantil, con excepción de una ratio mínima de personas adultas? Sin haber insistido en la paradójica respuesta de las bibliotecarias, pues entiendo que una sala infantil es eso, una sala infantil, les propuse solucionar el problema generado en la tercera planta, la de los adultos, pues hay unas cuantas mesas reservadas para consulta de fondos bibliográficos todas ocupadas por estudiantes menos una, donde se me había negado el sitio. Y yo me cuestiono por qué unos pueden ocupar una mesa reservada para fondos bibliográficos sin darle el uso que se le exige y otros no. Pues bien, mi única petición había sido la de solucionar ese problema, ya que había estado más de media hora en un autobús para, finalmente, volver a mi casa con la sensación de haber perdido el tiempo, el dinero y, lo que es peor, para irme con el desconsuelo de ver que en una institución donde se debe fomentar el acceso a la cultura y a la libertad intelectual uno se tiene que ir por donde ha venido porque el personal había decidido que en las salas correspondientes había surgido, de repente, aforo máximo.

Hecha mi propuesta de solucionar el problema, las bibliotecarias me responden diciéndome que si quiero ponga una queja formal, pues eso no les compete a ellas. Mi respuesta fue que dicha queja ya había sido llevada a cabo por uno de mis amigos y compañero de estudio en muchos de estos días festivos y fiestas de guardar, pues, en su día, también le habían echado de la biblioteca al no disponer más que de tres mesas reservadas, por aquel entonces, para uso de investigadores. Mi amigo se acercó al bibliotecario para decirle que él era investigador, profesión que, por aquel entonces, ejercía antes de comenzar su trabajo para la función pública. Pues bien, una vez presentado el recurso formal de la queja, la solución fue cambiar el cartel de reservado para investigadores por el de reservado para consulta de fondos bibliográficos, con lo que, de esta manera, se vetó tanto a los investigadores como al resto de personas, con la excepción de que el bibliotecario decida, porque sí, dejarte utilizar ese espacio sólo cuando y como quiera.

Una vez explicado esto a ambas bibliotecarias, la respuesta de una de ellas me dejó aun más aturdido: "Sepa usted que a la biblioteca no se viene a estudiar". Ah, ¿no? Gracias por la aclaración, en diez años que llevo pisando bibliotecas es la única en la que me dicen que a una biblioteca no se viene a estudiar. Según ellas, para eso están los centros de estudio, los cuales, por cierto, tienen restringida la entrada a los menores de 16 años, por lo que si es menor de 16 años y estudia en Oviedo, sepa que lo tiene complicado si quiere tener un sitio fuera de su hogar para poder potenciar su desarrollo intelectual. Entiendan ustedes, señoras bibliotecarias, que en el artículo 59.2 de la ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español y de la correspondiente legislación autonómica, la cual tienen colgada en la página web de esta biblioteca pública, se define las bibliotecas como "instituciones culturales donde se conservan, reúnen, seleccionan, inventarían, catalogan, clasifican conjuntos o colecciones de libros (...) para su lectura en sala pública o mediante préstamo temporal...". Como pueden observar, se fomenta la lectura en la sala pública y, la verdad, entiendo que estudiar, investigar o la simple lectura por placer no son aspectos que disten mucho de hacer una lectura en una sala pública.

A cuantísima absurdez le seguía otra, ésta aun mayor que la anterior, pues venía acompañada de una falta de respeto, evidentemente hacia servidor: ¿sabe qué le digo? Que si usted quiere ocupar una mesa de estudio, madrugue más, que sus compañeros a las diez ya estaban aquí.

No sólo me fui de esta biblioteca con el desánimo generado de haber ignorado mi petición, sino con la preocupación de que una bibliotecaria que trabaja en un cargo público se hubiese permitido el lujo de faltarme al respeto así, gratuitamente. ¿Acaso sabe usted a qué me he dedicado las horas previas antes de venir?, ¿sabe si vengo de trabajar o si he estado trabajando toda la noche?, ¿conoce cómo es mi vida personal y cuáles son los motivos que me llevaron a llegar a las 11 de la mañana y no a las 10? Ahora que lo sabe, pues lo he redactado al inicio de esta carta, considere usted si tiene el permiso para poder entrometerse en mi vida.

Espero que esta carta les haga reflexionar y cambiar de opinión, ya que jugar con la libertad intelectual de las personas es algo muy serio.

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