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Sefarad en Villaviciosa

2 de Enero del 2017 - Agustín Hevia Ballina

Hablar de Sefarad es como poner ante nuestra contemplación una tierra que, a la vez, fue madre y madrastra para el pueblo de la dispersión, de la diáspora de los hijos de Israel. Como un anatema, similar a una maldición, cayó sobre el pueblo escogido de la Alianza antigua un destino azaroso, una búsqueda continuada de un lugar para morada y estancia duradera, para arraigarse y sentirse pegado a un solar que, a la vez, fuera patria y culminación de metas ansiadas, de ilusiones colmadas. Entre otros, lo fue Sefarad.

Una de las páginas que considero más vivenciales para la dispersión de los judíos es la que nos ofrece el Libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando, en la amanecida del día de Pentecostés, el Sagrado Libro expresa su admiración y sorpresa ante la manifestación del “don de lenguas”, que llevaba a comprender en cada una de las lenguas de muchos de los países de la dispersión a todo un mundo, de los hijos de Israel, el ámbito vital de los judíos, que, para los cultos de la Pascua, habían acudido a Jerusalén.

No soy capaz de leer esa hermosa página sin sentir el estremecimiento que sacude el alma ante aquel panorama de pueblos que aquel día habían concurrido a la Santa Sión. Escucha su enumeración: “Partos, Medos, Elamitas, habitantes de Mesopotamia y de Judea, moradores de Capadocia, el Ponto y Asia. Algunos llegados de Frigia, de Panfilia, de Egipto, de las regiones de Libia, que confinan con Cirene. Hay también extranjeros de Roma, judíos y prosélitos, habitantes de Creta y de Arabia: a todos se les escuchaba, como dichas en su propia lengua, la proclamación de las maravillas de Dios”.

¿Será suficiente fehaciencia de una diáspora, de la dispersión étnica de un pueblo, que aguardaba un Mesías libertador? Más tarde vendrá otra gran dispersión: la que ocasionarán las tropas del Emperador Tito y de su sucesor Vespasiano, en el gran asedio de Jerusalén, año septuagésimo del Nacimiento del Señor Jesucristo. Quizás entonces tenga lugar ya la gran arribada, que traiga a su Sefarad, esa tierra de la Gran Promesa, que se encuentra allí donde se oculta el sol, en el Occidente siempre lejano, que nunca será posible dejar de añorar.

SUMARIO: Unas tierras de arribada en medio de la Contradicción

Otra fecha, vital para los descendientes de los hijos de Israel: 31 de marzo de 1492, la gran expulsión, la nueva diáspora. Habrían de salir de Sefarad todos los hebreos que no abrazaran las creencias y la fe cristiana, en una conversión, no siempre bien aceptada y sincera, abierta, en casos a serias dudas de veracidad. Una nueva dispersión interior que podríamos llamar “sefarad por doquier”. Villaviciosa o Luarca o Cangas del Narcea o Cabrales o Avilés o tantos lugares de Asturias, que pudieron abrir sus brazos a los nuevos desterrados, a los “judíos” o “xudíos” en cada lugar, a los conversos a nueva religión.

Particular regusto mío me llega de mis vivencias desde niño, cuando empecé a encontrarme con la mención de los “xudíos”, dueños de una tienda de zapatos, situada en la calle Balbín Busto de la Villa. No se trataba de personas apegadas al dinero, a quienes, a veces, se quiso aplicar el calificativo de “judíos”, como a quienes fueran en exceso avaros. Lo vine a saber después, cuando conocí más detalles de los judíos en Villaviciosa. Todo venía a encajar. “Rosales”, como te mostraré en otra entrega de estos escarceos sobre los “judíos”, es apellido sefardí, que encontrarás, abundante, en las parroquias villaviciosinas”: en Coro, además, con sus topónimos de “Cayado” y de “Moratín”, expresivos de raigambres judaicas; en la Magdalena de los Pandos, en San Vicente del Busto, en San Esteban de Miravalles, en San Pedro de Breceña y hasta en Lugás, fruto de la dispersión de aquellos conversos primeros, que llegaron desde las Alpujarras y de ámbitos andalusíes a nuestra tierra norteña donde encontraron acogida y obtuvieron radicación.

De los testimonios documentales quisiera resaltarte el que sigue de más de evidente claridad. Hace años que tuve la suerte de acceder al Archivo familiar de los Peón-Cavanilles de Villaviciosa. Buscaba datos sobre la capilla de San José del Llano de Camoca, que ostenta en su escudo blasones que corresponden a la Casa de Peón. En legajos de documentos bien catalogados me fue fácil encontrar la documentación que doña Margarita Cavanilles me permitió explorar. Tuve acceso también a un pergamino en que se contenían las menciones al Hospital de Villaviciosa y, lo que, en el caso, me alegró mucho más: el encuentro con los datos que avalaran la presencia de judíos en Villaviciosa. Contiene el pergamino de referencia el testamento de doña Teresa Pérez, otorgado en Villaviciosa a 10 de febrero de 1403. Ese testamento fue publicado por mí en la Revista Memoria Ecclesiae X (1997) pp. 481-488: “Nuevos datos para la Historia del Hospital de Sancti Spiritus de Villaviciosa de Asturias”. Además de acercarnos a la fecha probable del levantamiento del Hospital, nos es grato entresacar de este testamento datos que acreditan una presencia judía en Villaviciosa.

En el testamento, en efecto, podemos leer el siguiente párrafo: “item debo a Sancho Martínez por una cinta de plata, en que hay un marco de plata y más cien maravedises de esa moneda. Más debo a García Rodríguez por dos onzas y media que son seis cruces con piedras engastadas, trescientos maravedises de esta moneda. Item debo a Aldonza Fernández de Gijón sesenta maravedises de esta moneda, por ocho cruces de los ángeles de plata dorada, a un marco. Item debo a don Yusaf veinticuatro maravedises por unos zarcillos dorados, a onza y media. Yem me debe el judío un cabezal y no le debo ninguna cosa. Item me debe don Yusef dos zarcillos dorados, por lo que le debo veintitrés maravedises”.

El don Yusef o don Yusaf, que son el mismo, refieren a persona afincada en Villaviciosa, que trabaja como orfebre platero, cuya especialidad son los zarcillos de oro, mientras parece que hay otros plateros, que hacen Cruces de los Angeles de plata dorada o cruces con piedras engastadas. Resalto cómo este don Yusef o don Yusaf refleja su condición étnica y su condición de judío, del que su oriundez es indubitable. Se trata de un judeoespañol de los que Sefarad aportó a nuestras tierras en la dispersión ibérica o la diáspora, quizá ya desde la destrucción de Jerusalén.

Un paso más: entre tantas dispersiones del pueblo judío en un lugar de la península Ibérica que llamaríamos Sefarad, en el hablar sefardí, quizá ya mejor dicho “Puebla de Maliayo” nos encontramos con un posible “Rosales”, del que hablaré en otra entrega. ¿Conservaba su religión judaica y testimoniaba una comunidad judía con su posible sinagoga en nuestras tierras de Maliayo? Sin otros datos y con los que tengo a mano no soy capaz de avanzarte más. Que en los comienzos del siglo XV había aquí un don Yusef o don Yusaf judío de nación es lo que te puedo afirmar. Lo de los judíos y su tienda de la calle Balbín Busto es cosa bien sabida para todos los villaviciosinos. Lo de “Rosales” vendrá a continuación.

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