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El HUCA no es hospital para viejos

12 de Diciembre del 2016 - Bonifacio Álvarez Gutiérrez (Oviedo)

Mi madre tiene 80 años de edad. Es diabética, hipertensa, tiene depresión mayor y deterioro cognitivo avanzado (entre otras dolencias). Y ha sufrido varios ictus, por los que fue remitida al HUCA (Hospital Central de Asturias) con volante médico en todos los casos. El último fue ahora, en diciembre de 2016, con pérdida casi total de autonomía y movilidad (pasó de caminar despacio a no poder hacer pie siquiera y no saber coger ni una cuchara, en sólo unas horas), y con un coágulo de 8 mm no operable detectado en un escáner.

Previo a su segundo ictus (el de octubre) su médico de primaria solicitó dos veces su ingreso, para estabilizarla dada su negativa a comer y su grave pérdida de peso (17 kilos en dos meses), sumada a un estado emocional alterado muy obvio. Lo que le fue denegado ambas veces por no encontrarse descompensación actual (sic) en ella, según el alta. Pese a todos los síntomas físicos y emocionales explicados por mí reiteradamente con detalle y pruebas. Subrayados en sendos volantes por su médico MAP, y estando al pendiente su psiquiatra para ordenar ingreso por su cuenta.

La negativa vino de boca (más bien de grito) de una doctora de admisión que se puso a gritar. ¡A esta señora hay que inhabilitarla ya! ¡Esto es un problema social, no del hospital! y otros improperios, ya la primera vez que su MAP solicitó el ingreso. Siendo escuchado por mi madre (a la que hirió sus sentimientos) y toda la sala de espera. Y por su médica de familia, que aguantó la bronca al teléfono pese a haber hecho (ella sí) perfectamente su trabajo. Poco después sufrió otro ictus transitorio, con el que no tuvieron más remedio que ingresar a esa señora tan molesta. Que, además de recobrarse bien, se estabilizó física y emocionalmente por fin. Cosa que se podría haber hecho antes, sin poner en riesgo su salud ni humillarla a los gritos doblemente, en su calidad de anciana dependiente y enferma.

Con el nuevo (y último) ataque isquémico ahora en diciembre de 2016 mi madre perdió casi toda su movilidad como ya dije, por lo que su médico de familia la envió a urgencias. Se le encontró la citada lesión cerebral, y según el cirujano de urgencias, un típico ictus le causó la inmovilidad y descoordinación repentina. Pero ello fue negado por la médica de planta, quien, sin presentarse como tal doctora ni preguntar por lo ocurrido (como es su obligación y mi derecho) habló de corridillo predispuesta por una (mala) lectura del historial médico, afirmando que mi madre ya había estado en el hospital 17 veces (sic) y que eso era un abuso. Y que lo único que sufría era falta de cuidado y no problemas médicos en sus síntomas (coágulo cerebral incluido en el descuido, supongo).

Facilitó mi número de móvil a la trabajadora social del hospital (sin mi permiso). A la cual le dije la verdad: que cuido bien a mi madre, con dedicación y respeto ya desde hace años.

Pero que tampoco soy un héroe y no rechazo ayuda. Como también le señalé a la citada médica de planta, previamente. A lo que ésta respondió con una sonora y humillante carcajada entonces, diciendo: "No me interesa si la cuidas bien (aunque lo negó primero). Lo que sé es que el lunes está fuera (estuvo 4 días más). Y no esperes ninguna rehabilitación (no la mencioné, y la hice yo mismo lo mejor que pude)". Todo ello gesticulando con las manos y pisoteando su juramento de médico con los pies. Tras haberse burlado con repugnante impunidad del dolor de una anciana dependiente y su familia. Luego, el informe de alta miente. Afirmando (entre otras falsedades) que mi madre llevaba meses con los síntomas. Cuando fueron de un día para otro como puedo dar fe, y motivaron un volante urgente de su MAP. Añade que mi madre fue alta en urgencias, como si no hubiese estado en planta nunca (estuvo una semana, extraño lapsus ese). Diría que en el HUCA los informes los escribe un mono con un dado (o un bufón risueño). Pero la verdad, me temo, es más prosaica. Y tiene más que ver con un sistema sanitario español en caída libre. El cual sufre una crisis organizativa y moral grave, que se ceba (por desgracia) en los más débiles. Que parece que ahora sobran, de repente. Sobre todo para algunos médicos sin vocación, que aún usaban pañal cuando mi madre llevaba décadas trabajando para ganarse unos derechos que le han pisoteado ahora vilmente. Un país que menosprecia a sus ancianos está roto en esencia. Y no hace falta el independentismo para eso.

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