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Ahorrar también es prevención

13 de Diciembre del 2016 - Justo Roldán (Oviedo)

Cuando uno, afortunadamente, ha llegado más o menos a la edad de jubilación, es cuando realmente se pregunta ¿qué he hecho con mi vida y durante ella? Aunque actualmente la tendencia sea a echar la culpa de todo al tipo de sociedad en la que hemos vivido, ésa es una errónea conclusión y una pésima justificación que en la mayoría de los casos falsea nuestra propia historia.

¡Es verdad!: de lo que siembres, así recogerás. Por eso, aunque a nosotros, cuando estábamos en la edad de empezar a labrarnos nuestro futuro, se nos advertía reiteradamente, aunque no nos gustase, que intentásemos ahorrar en la medida de cada cual, con vistas al mañana, hoy, que tanto se habla de la prevención, sobremanera en temas de salud, parece que se deja al devenir de la vida, cuando no al amparo del Estado, una responsabilidad que sólo a nosotros nos compete, como es la de procurarnos cierta garantía con vistas a la vejez o a los imprevistos que sin duda ninguna se nos presentarán durante el tiempo que tengamos por delante y que previsiblemente andaremos.

No se puede, ni se debe, dejarlo todo al "Dios proveerá". Al vivir hoy, sin preocuparse por el mañana, por aquello de no saber -algo que es cierto- si se llegará o no. Pero al igual que uno estudia una carrera, desde su primer curso lo hace pensando que debe llegar al último. Así, de igual manera, lo es en la vida. Hay que pensar que se va a llegar hasta lo último. ¿Y por qué uno dice -o recuerda- esto ahora? Sencillamente, porque no todo está en los libros, ni tras los muros de una universidad se encuentra todo el saber. La vida vivida es la mejor fuente de sabiduría. Por ello, cuando, llegado el momento, uno se hace la pregunta que formulo al principio es porque a nuestra edad ya no hay vuelta atrás. Hemos de andar el resto del camino que nos quede con lo que hemos guardado, en uso de nuestro libre albedrío. Y eso se produce cuando se terminan los años productivos y cuando hemos de recoger aquello que hemos sembrado.

Cuantas realidades se nos vienen de golpe en el momento en que ya dejamos de madrugar, porque ya no formamos parte de quienes tienen que cumplir con un trabajo a terceros, o el que teníamos por cuenta propia. Llega el momento de sacar las reservas. De comprobar fríamente con qué contamos hasta el final de este viaje que es la vida. ¡Y cuántas sorpresas nos podemos encontrar si no hemos sido previsores! Cada cual tendrá las suyas, es evidente. Si has ahorrado, tendrás; si has dilapidado, no tendrás; si has trabajado y de tu salario has dejado siempre una parte para tu retiro, vivirás con lo que has dejado. Ahora, si por el contrario has tenido una vida disoluta, si te has relajado y regocijado en el confort, en la comodidad, huyendo del sacrificio y del trabajo es evidente que sólo podrás contar con lo que otros, de buena fe, te puedan dar. No puedes exigir nada... Tú lo has querido, tú te lo ten.

Es duro, ¡lo sé!, pero es la realidad, a la que no podemos sustraernos. Por ello, porque es una realidad a más corto plazo de lo que pensamos, debe ser nuestra responsabilidad como padres y como sociedad la de fomentar el ahorro y estimular el trabajo, que son los medios empíricamente demostrados para prevenir el futuro, y que para muchos ya lo es hoy.

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