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Y se montó el belén

16 de Diciembre del 2016 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

Puede ser, no digo que no, que el “buenismo” lo inunde todo en estas fechas. Que las argucias comerciales saquen partido y se aprovechen de los pretendidos buenos sentimientos y el buen estado de ánimo supuestamente fraternal. Que hay mucha gente, cada vez más, ajena totalmente a los rudimentos civilizatorios cristianos, que han dado sentido a innumerables vidas a lo largo de los siglos. Que estemos obligados a celebrar la Navidad, por dictadura ambiental y de presión publicitaria o tradicional religiosa. Pero la Navidad si no existiera habría que inventarla y más que como mero rito de paso o de cambio de ciclo temporal. En nuestras sociedades nihilistas, cada vez impera más la soledad y el materialismo egoísta, el sálvase quien pueda y la falta de consideración por los demás. Al ser sociedades tan atomizadas y rotas por problemas tabú –extremadamente comunes– como la desestructuración familiar, el paro de largo duración, la pobreza vergonzante o la postración social que es causada por la vejez olvidada, la falta de salud, el desarraigo, abundan las personas que no saben reaccionar bien ante un clima forzado de felicidad de espumillón, cava o champán, cotillón o relato religioso tradicional a vivir y dar preceptivo cumplimiento por estas comerciales y tradicionales, de lucecitas y turrón. Es más, hay un sector creciente de población, atea o agnóstica respecto al consumismo y el cristianismo sociológico, que incluso detesta la navidad por parecerle unas fechas falsas deprimentes.Sin embargo, la cultura religiosa, ya sin ser en absoluto la cultura y usos ambientales de crianza mayoritaria, es portadora de valores comunitarios no desterrables y me parece fundamental para entender el mundo occidental, actitudes y sentimientos vitales, mentalidades, el arte y el pensamiento, la intrahistoria de los pueblos, costumbres y anhelos de muchos seres humanos respetables. Acabaremos entronizando a dioses cibernéticos y dando otros sentidos a la existencia. La realidad es que para el personal más hedonista es época invernal de neopaganos excesos: comilonas hasta reventar, orgías de consumo y matasuegras.Tal vez las religiones y tradiciones añejas están siendo arrinconadas, siendo rituales y sistemas culturales complejos con fecha de caducidad. Pero sin caer en sentimentalidades tóxicas o demasiado almibaradas, celebremos la navidad, si nos place, con el “all yo need is love” de banda sonora de nuestras renovadas vidas, algún dulce o manjar típico y la compañía de los seres queridos. Depongamos armas y rencillas, pues la luz sanadora ha llegado al mundo.

José Luis López Tamargo,

Oviedo

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