Convencionalismos
Nuestro entorno, la familia, la cultura y un largo etcétera nos marcan, a veces, sin darnos cuenta, unos patrones que aceptamos porque nos hacen creer que es lo correcto. A las puertas de la Navidad, no puedo dejar de pensar en cuánto nos afectan estas pautas impuestas y cuántas mesas se llenarán de personas que, quizá, desearían estar en otros lugares o en otras compañías. ¿Por qué hacemos cosas que no nos apetecen? A veces, puede ser por contentar a otras personas, otras, simplemente, porque pensamos que ha de ser así y no nos cuestionamos otra alternativa. Sin embargo, percatarnos de que estamos haciendo algo que, en realidad, no deseamos sólo nos provoca tensión y rabia.
¿Debemos dejarnos llevar por estos parámetros sociales o tendríamos que ser los únicos jueces de nuestra conducta?
Nuestras decisiones no deberían tomarse pensando en la aprobación de otros o en obedecer a normas invisibles sin reflexionar antes. Démosle alas a nuestra libertad sin que esto suponga perjudicar a otras personas, pero tampoco nos hagamos daño a nosotros mismos por no ser fieles a nuestra voluntad.
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