Aznar no se aguanta
José María Aznar, cada cierto tiempo, afila el lápiz, lo pone sobre el papel y lanza su mordiente mensaje contra Mariano Rajoy.
El comportamiento que el expresidente Aznar está teniendo con Rajoy, a mi juicio, deja mucho que desear. Desde la Fundación FAES está frecuentemente cuestionando la forma de hacer política del actual presidente del Gobierno, y en estos últimos días se está ensañando con el Ejecutivo por el supuesto giro del Partido Popular sobre Cataluña. Quien rigió los destino de España durante ocho años no debiera ignorar que la política convierte a rivales en extraños compañeros de cama, y que a Rajoy no le queda otra que negociar cuanto más, mejor, si quiere conseguir que le dejen sacar las cuestiones de Estado.
Independientemente de que a algunos les pueda sorprender el cambio gubernamental respecto al desafío soberanista, que hasta el momento se está limitando a sustituir la continua batalla legal por el diálogo, la actitud de Aznar es de una total falta de lealtad digna de resaltar. Parece que no puede aceptar que no se le siga considerando una referencia en la calle Génova, y en vez de contribuir a la buena gobernanza del país, se dedica a dar muestras de una altivez y prepotencia impropias de quien ocupó tan alto cargo.
Su continuo cabreo con todo y con todos, y sus alusiones a las "carencias" del actual PP hacen que recuerde cuando nos metió en una guerra que obviamente nadie quería y que la ciudadanía aún tiene presente.
Por lo demás, ha sido un presidente altanero y escasamente empático, pero entonces tenía encomendada la ardua tarea de gobernar, mientras que ahora, por el contrario, no es más que un ex que parece no resignarse a tal condición.
Por último, hay un reproche más que hacerle: una persona de su prestigio no puede lanzarse al ruedo como un pequeño líder de oposición sin aclarar debidamente sus ideas y soluciones. Y no puede acusar a su sucesor de actuar acomplejado en Cataluña, como lo ha hecho últimamente.
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