Cuando un 60 aniversario sabe a poco
Qué caprichoso es el destino como un día cualquiera sin quererlo, puedes conocer a quién será el amor de tu vida.
Pero en realidad, ¿os habéis parado a pensar qué significa ser el amor de la vida de alguien? No todos tenemos el mismo criterio sobre tal frase. Para algunos puede serlo el estar con alguien un mes, para otros un amor platónico, para otros tantos, alguien a quien nunca le darás un beso.
Sin duda, el amor es complicado, y que aparezca alguien que nos enseñe a vivir es una característica común que todos quieren experimentar.
Es en una foto donde nos damos cuenta del paso del tiempo, de cómo hemos creído en algo que quizás falló, de cómo a veces el tiempo pone a cada uno en su sitio y por supuesto, de la conexión de dos personas que se aman.
Durante toda mi vida, cada vez que llegaba a casa de mis abuelos, podía ver como por encima de todo, se querían incondicionalmente; como nos enseñaban a todos que muchas veces no necesitamos una palabra para entender al otro y de cómo una escena tierna para nosotros, para ellos es el día a día.
Podría hablaros de lo increíbles que son, de su manera de enseñarnos a entender el amor, de su poco convencionalismo sobre el no esperar, simplemente entregar.
Podría aburriros con historias largas de fríos inviernos en las rodillas de mi abuela; de ver a mi abuelo cocinar lo que fuera, con tal de hacernos felices.
Podría escribiros la más grande de las historias sobre lo mucho que sufrieron y lo bien que nos hacen.
Podría explicaros la de veces que mis abuelos ejercieron de abuelos de medio vecindario.
Podría contaros las travesuras que nos taparon.
.. Pero entonces, ¿qué me quedaría para mí? ¿Qué me guardaría en lo más hondo de mi corazón?
Por lo que voy a contaros el por qué para mí han sido la realidad verdadera de un amor real, que no perfecto.
Es increíble ver como tu segunda madre, le cuenta a cualquier desconocido, como el amor de su vida, se desvive día a día por ella. Los trabajos cansados de ambos para seguir creyendo en ellos. Esa conexión infinita que desde pequeña he querido sentir con el que es el amor de mi vida.
No necesito a Víctor Hugo, Bécquer o Goethe para que me demuestren que el amor existe. No necesito cuentos de Disney que me hagan darme cuenta de cómo a veces desaprovechamos nuestras oportunidades. No necesito historias cortas que me dicten que el amor es equivocarse, porque para eso los tengo a ellos, día a día. Y pienso aprovecharlo.
Ahora, si habéis llegado hasta el final, seguro que os preguntaréis por qué esto, por qué justo hoy a pocos días de navidad; os daré una pista: no iban vestidos de etiqueta, pero si resplandecientes y enamorados.
¡Feliz sesenta aniversario de boda a quiénes enseñan lo que es vivir con los ojos abiertos! Felicidades a ellos, a guelito y guelita.
Por ellos.
Por Federico Montes Marcos y Carmen Cavielles Huerta
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo