La naturaleza desvelada
Las decoraciones navideñas de la calle siempre aportan un toque de alegría a las ciudades o pueblos. Siempre es típico por estas fechas observar las estructuras en forma de árbol, estrellas y otras muchas figuras más iluminadas de infinitos colores. Siempre las observo, aunque suelo pensar que cada vez son menos originales, pero no se acercan a lo malo. Siguen aprobando.
Hace una semana, observando la decoración de las calles de Avilés, me fijé especialmente en que, a algunos árboles de hoja perenne y no de mucha altura, les habían añadido unas luces en las ramas, para que al caer la noche se iluminasen. En un principio me pareció una idea muy ingeniosa, pues aprovechaban elementos naturales para decorar la ciudad. Otros conocidos me dijeron que en Gijón también habían utilizado los árboles para este fin.
Pero ayer mismo, cuando el sol ya hubo caído y las luces se encendían, observando las calles de otra localidad, Luanco, que también había usado ese tipo de iluminación, percibí la sombra de unos estorninos en el aire. No eran muchos, pero me asombré de que estuvieran volando todavía a esas horas y no durmiendo como siempre, ocultos en las ramas de los árboles.
Entonces comprendí que, con aquellas luces puestas entre las hojas, era imposible dormir. Esas luces que en un momento vi tan originales, las vi entonces monstruosas. Aquellos estorninos, que usaban esos pequeños árboles para descansar, ya no eran capaces de hacerlo. Eran pocos, como dije, ya que estamos hablando de un pueblo no muy grande como es Luanco, pero ¿y en grandes ciudades?
En estas fechas es importante adornar las calles, ¡cómo no!, pero no solo pensando en nosotros. Porque dormir en un colchón enredado de luces no sería agradable, al menos para mí.
Feliz Navidad.
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