¡Respeto al alma de los pueblos!
La economía productiva en crisis, la especulativa se extiende a cualquier ámbito de la vida, hasta el más íntimo, hasta comerciar con el alma de los pueblos, el idioma.
El idioma español no es patrimonio de una cuadrilla, ni siquiera de los españoles, como el inglés no es una mercancía «made in England», sino patrimonio compartido de americanos y otros pueblos, el españoles patrimonio de españoles, latinoamericanos y muchos más.
Acompañando a nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, don Felipe y doña Leticia, príncipes del castellano, inauguraron recientemente las nuevas instalaciones del Instituto Cervantes en Rabat, la capital del país en el que el antecesor y padre del monarca alauita reinante se esmeró en erradicar el idioma español, a favor del francés, en los antiguos territorios colonizados por España, con disgusto para la población que lo había aprendido (por la fuerza colonial), la capital del país de ese mismo monarca que se apoderó, con la connivencia de nuestra patria, de las tierras saharauis, pueblo que también hablaba español y dejó espontáneamente de hacerlo durante un tiempo para luego volver a oírse en sus campamentos de refugiados, con acento cubano primero y después, además, con el de las diversas comunidades españolas, no gracias a ningún instituto, escuela, maestro o método oficial español, sino a familias modestas que acogen todos los veranos niños saharauis.
Se trafica sin pudor con el alma de los pueblos, el idioma, para firmar contratos mercantiles, para otorgar y recibir agasajos y favores, para conceder premios, pero lo que es seguro es que nunca se dará ni reconocerá nada, ni un premio «Cervantes», un «Príncipe de Asturias», un Nacional o un «Reina Sofía» al viejecito marroquí que ha conservado en la clandestinidad, como los sefardíes judíos perseguidos, aquel español que les hicieron aprender por la fuerza de niños, ni a Cuba ni a las familias españolas que acogen niños de otras naciones devastadas.
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