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El sonoro portazo de un expresidente

30 de Diciembre del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Esta vez la cuerda se rompió. José María Aznar envió una carta anunciando que deja la presidencia de honor del PP y que desde ya será un militante raso.

El hombre que lo fue todo en su partido quiso seguir siendo un poder fáctico y un referente para los suyos, pero pinchó en hueso. Mariano Rajoy, que bajo la apariencia de un continuo despistado esconde el político más hábil que ha tenido España en un montón de años, no iba a admitir excesivas tutelas. Y así le ha ido a José María Aznar, que ha tenido que tragar bilis mientras su sucesor hacia justo lo contrario de lo que él quería.

Parecidos ejemplos los hay en todos los ámbitos de la vida, pero en la política --territorio donde la ambición desmedida y la inmodestia tienen cómodo asiento-- son más llamativos porque a esos seres extraños que son los políticos les encanta vivir continuamente en una especie de escaparate. Aznar fue tan buen presidente en su primer mandato, cuando la falta de mayoría le obligó a mirar con mucho tino dónde pisaba, como malo en el segundo, cuando la mayoría absoluta se le subió a la cabeza y le hizo creerse una especie de rey sol que organizaba una boda palaciega para su hija y al que todos debían sumisión. En ese convencimiento llegó a la incómoda posición de ex, cometiendo muchos errores que lo convirtieron (en lograda expresión de Felipe González) en ese jarrón chino que es un trasto se ponga donde se ponga, pero que nadie se atreve a tirar al contenedor. Aznar, que no tiene mala opinión de sí mismo, llegó a creerse que era el padre fundador con capacidad para marcar las grandes líneas de su partido y no ocultaba su cabreo cuando se le llevaba la contraria. Dramático ¿no?

Puede decirse que José María Aznar ha seguido cometiendo errores cuando abandonó el planeta Tierra para convertirse en un gran líder mundial con George Bush y Tony Blair y nombró a Mariano Rajoy su representante en España: uno de ellos, y muy principal, ha sido subestimar reiteradamente a su sucesor. El ex presidente creía entonces que el Partido Popular era él y siempre seguiría siéndolo.

Por su parte, Mariano Rajoy, sabía entonces, como sabe ahora, que tú no eliges al partido, es el partido quien te elige a ti. El PP es una agrupación a la vieja usanza y no perdona a quien quiere salvarse primeramente él.

La difícil situación creada no es un divorcio de su partido, pero sí es un divorcio de la actual dirección. Es el punto de ruptura después de todos los desencuentros, fundamentalmente la última crítica al papel de Soraya Sáenz de Santamaría, como encargada de tratar de llevar a buen término el problema catalán.

Al final, en la política como todo en la vida, uno tiene que saber encontrar su sitio y eso muchas veces va más allá de la propia voluntad. Necesario, pues, es reconocerlo y admitirlo para que no te tomen por el pito del sereno.

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