Una simple cuestión de número
Una tarde del pasado puente, sin poder identificar qué día, encontré haciendo zapping en la tele un reportaje en el que se aludía a la posibilidad que se nos daba de poder apadrinar un niño para Reyes, regalándole un peluche que se colocaba en algo así como El árbol de los Regalos. No puedo precisar exactamente ni qué organización lo había puesto en práctica ni el nombre textual que le habían dado al árbol, pues cogí la noticia en avanzado estado de la información, pero me pareció una excelente idea, teniendo en cuenta la época de crisis que vivimos y la necesidad económica de muchas personas que nos rodean.
Dado que siempre consideré algo muy triste el hecho de que cualquier niño se levantara el día de Reyes sin la ilusión de tener un regalo, me dirigí el primer día que abrieron los comercios a una juguetería situada en un gran centro comercial.
Incluso a mí, que la época de los juguetes me queda ya muy lejana, sigue gustándome el ambiente que se respira en esos comercios, mezcla de magia, ilusión y fantasía. Bien, pues después de un gran rato eligiendo entre tantos peluches me decidí por una preciosa Minnie, vestida de rosa y con un llamativo cinturón plateado que supuse haría las delicias de una niña.
Efectivamente, en el medio de la tienda se levantaba un gran árbol con peluches entre sus ramas, y por lo tanto me dirigí a la caja para pagarlo y que lo sumaran a los ya colocados en el pino. Y aquí viene mi sorpresa. No me dejaron. Al parecer había un cupo de muñecos que se podían regalar y ya lo habían cumplido. Creo, no estoy muy segura, que eran alrededor de setenta según me dijo la señorita de la caja. Le expliqué que no me importaba pagar el precio total del peluche, que no quería certificado de apadrinamiento, ni estrella para dedicatoria, que lo único que me había llevado hasta allí había sido hacer posible que al menos un niño más tuviera su regalo.
No hubo posibilidad alguna de nada.
Cuando devolví a Minnie a su cajón me pareció ver una mueca de tristeza en sus ojos, reflejo sin duda de lo que expresaban los míos.
Por una simple cuestión de número, al parecer más de un niño se quedará esos Reyes sin su juguete.
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