El placer de comer
En unos días en los que los excesos en el comer se acrecientan se nos ocurre reflexionar sobre este acto imprescindible para vivir. Claro está, se puede comer por hambre y también por antojo, por lo que es lógico que tomemos el alimento como medio de vida y placer. Ahora bien, debemos comer para vivir y no vivir para comer. Como todas las emociones, los placeres no deben superar lo razonable. Miguel de Cervantes nos dejó dicho: "Come poco y cena poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago".
Decirlo ya, no existe alegría humana con el estómago vacío. No puede decirse que sea dichoso ningún hombre en tanto no tenga cubiertas las mínimas necesidades que le demanda el estómago, pero tampoco puede llegar a afirmarse que toda la historia humana atestigua que desde el bocado de Eva la dicha del hombre depende exclusivamente de esta actividad. Lo que sí, tal vez, cabe añadir es que el principal origen de las revoluciones está en el estómago. Antes de proporcionarle cultura a un pueblo hambriento, más sensato y estimulante será ofrecerle alimentos necesarios para su sustento.
Subtítulo: Los placeres no deben superar lo razonable
Destacado: Un empacho acaba empañando el disfrute y el provecho de un buen almuerzo
Y es oportuno recordar que ha de comerse lo necesario, no lo que sobra, pues el exceso anula el placer. Un empacho acaba empañando el disfrute y el provecho de un buen almuerzo. Para que realmente constituya los efectos de un placer, debe colaborarse con las operaciones del organismo que atañen a la digestión, para que ésta se desarrolle sin agresividad. Queda claro, pues, que el verdadero placer de estos menesteres no radica en la necesidad, sino en el deseo. El hambre cuanto más se prolongue más acucia su sofoque por medio de la ingestión de alimentos su control, con la misma premura que el agua apaga el fuego.
Lo que distingue al hombre de los animales es el modo de comer. Se dice que en el juego y en el comer se conoce a las personas: o también el dicho "no lo conozco, nunca hemos comido juntos". En cualquier lugar de la tierra, todos los acontecimientos positivos de la vida se celebran en torno a una buena mesa: homenajes, entregas de premios, reencuentros, efemérides, pactos, etcétera. Hasta se ha dicho por parte del abogado y escritor escocés James Boswell que "una comida lubrica los negocios". Dicho todo lo cual, no podemos sustraernos a añadir que un hombre puede experimentar además otros muchos placeres complementarios de la vida, pero ello no le permitirá alcanzar la paz mental, pues es claro que la felicidad es un estado mental. Para ello, tenemos que procurar vivir satisfechos con nosotros mismos, conformarnos (sin ser conformistas) con lo que tenemos, buscando elegancia en vez de lujo. Y hemos de procurar soportarlo todo jovialmente, siendo conscientes de que los placeres son pasajeros y de que no nos eximen del dolor, recordando que los bellos caminos suelen ser cortos.
José Antonio Coppen Fernández
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