A don Juan, sacerdote de Piedras Blancas, en su partida hacia el Padre
Don Juan, te nos has ido. Aún me resisto a creer que para siempre, porque sé que tu espíritu nos va a seguir acompañando desde ese lugar privilegiado que el Padre ha preparado para ti.
A todos los que te hemos tratado nos dejas un ejemplo a seguir; cálido y transparente, humano y conciliador, entregado al servicio del Señor, de tu parroquia y de los más necesitados.
Llegaste a nuestras parroquias de Piedras Blancas y San Martín de Laspra con inmensas ganas de trabajar, y con total respeto apoyaste lo que estaba instituido. Nosotros te acogimos con los brazos abiertos, con todo nuestro corazón, y a la vez un poquito tristes al despedir a don Lorenzo después de 40 años entre nosotros.
Enseguida te hiciste con la parroquia y ésta captó con rapidez tu gran bondad, tu gran capacidad de trabajo y tu gran sensibilidad para detectar las dificultades de las personas que lo estaban pasando mal.
Don Juan, todos te queríamos. Los ancianos que visitamos nos decían siempre, satisfechos y felices, que el señor cura "viene mucho por aquí". Por eso hoy nuestra comunidad parroquial se siente triste y desolada.
Los grupos parroquiales vamos a echar mucho de menos tu presencia, tu apoyo y tu gran capacidad de síntesis.
La eucaristía la celebrabas con fe, con devoción y muchísimo respeto. La misa de los niños mantenía atentos y enganchaba a niños y a adultos. Algunos decían: "Nos gusta venir a la misa de los niños porque nos hace revivir momentos que teníamos un poco olvidados".
Hoy, junto al dolor de tu pérdida, nos queda una profunda sensación de paz, por todo lo que hemos recibido de tu persona, por todo lo que durante estos 15 años de convivencia nos has aportado.
Gracias por tu gran entrega y dedicación a la institución de Cáritas, donde siempre animabas y dabas el primer paso para defender los derechos de los más vulnerables, aprovechando cualquier momento para sensibilizar a la comunidad cristiana.
Siento gran emoción al recordar tu inmensa ilusión al preparar los 50 años de la inauguración del templo de Piedras Blancas. Aún veo tu cara de emoción cuando cambiaste las vidrieras y tu satisfacción cuando nos enseñaste el sagrario, el cual soñabas ver instalado en el lugar que le correspondía.
Don Juan, hoy a todos nos cuesta contener las lágrimas y, aunque se nos hace muy duro, decimos una vez más: "Hágase, Señor, tu voluntad".
Le pedimos al Padre que premie tu fe, tu generosidad, tu transparencia, lo que trabajaste por una Iglesia abierta y unida, olvidándote en muchas ocasiones de ti mismo.
Y perdona si te hemos fallado en alguna ocasión.
Señor, te confiamos a don Juan, recíbelo en tu morada santa y dale tu felicidad eterna y tu paz sin final. ¡Dale el descanso eterno, Señor!
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