El objetivo

5 de Enero del 2017 - Aladino Fuertes Valdés (La Felguera)

Cuando nuestros ojos perciben los colores, los matices y los contrastes de una bella imagen, deseamos inmortalizarla para siempre y nuestras manos se dirigen automáticamente en busca de una cámara de fotos, que tantas veces hemos utilizado para guardar ese minuto glorioso que la retina de nuestros ojos ha captado.

Nuestras manos la sujetan con suavidad, preparando cada uno de sus botones para que esté lista; el objetivo, con su diafragma, sus lentes y todo lo que con ello lleva, ya preparada entre nuestras manos, la sensación es muy difícil de describir, nuestra respiración es más rápida, acercamos el ojo al visor, pues para mí da una imagen totalmente distinta que si la veo en la pantalla, buscamos el ángulo perfecto y la claridad, ahora nuestros dedos oprimen el zoom, buscando la lejanía o la proximidad de esa imagen; cuando ya todo está listo, nuestra respiración se detiene unos instantes, por miedo a perder esa imagen, y nuestro dedo acaricia el disparador suavemente, para que nada estropee dicho momento. Lo apretamos y ahora muestro miedo asoma, por ver el resultado que ha quedado de dicha imagen, la miramos y la volvemos a mirar y, por fin, nuestra satisfacción es total.

Para mí la cámara fotográfica es uno de los inventos más bellos y les doy las gracias a los hermanos Charles y Vicent Chevalier por su legado, pues todo el mundo podemos disfrutar de las imágenes que otras personas han visto y las retienen para nosotros, como mi buen amigo José Ramón, enamorado de la fotografía, aunque yo le digo algunas veces que su mujer saca mejores fotos que él. Gracias a todos vosotros, profesionales y gentes de a pie, por esas imágenes que nos mostráis, pero como alguien dijo una vez, no quiero que veáis lo que yo veo, sino que sintáis lo que yo sentí al captarla.

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