El disparate español
Al igual que muchos jóvenes españoles, actualmente estoy desempleado. Ante las obvias dificultades que se me presentaban a la hora de encontrar trabajo -en mi doble condición de titulado universitario de "Letras" y de joven sin experiencia laboral-, decidí iniciar la preparación de las oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria.
Iluso de mí, creí que me encontraría únicamente con las dificultades típicas del estudio de una oposición: la adquisición del conocimiento propio de las materias a impartir mediante el estudio de un temario, el dominio de los diferentes supuestos prácticos o la adecuación de una programación didáctica al siempre cambiante marco legislativo de la educación en España.
Pero, como decía, olvidaba un último obstáculo: el sacrosanto "Estado de las autonomías", bendecido por la Constitución del 78. Ese Estado según el cual existen ciudadanos de primera y de segunda en función de la región en que hayan nacido. Ese Estado cuya principal preocupación es satisfacer a los chantajistas, olvidando que estos jamás se van a contentar porque su fin último es la destrucción del propio Estado.
Me explico: un joven asturiano, como es mi caso, tras haber cursado cuatro años de grado, otro año extra de máster como especialización y un segundo máster -requisito sine qua non para ejercer como docente-, acompañado del certificado pertinente que demuestra el nivel de inglés necesario, sólo puede opositar en aquellas regiones que no cuentan con su propia lengua a nivel autonómico, ya que en el resto se exige una nueva acreditación correspondiente al idioma de turno. Este requisito que parece lógico si la materia a impartir es la propia enseñanza de la lengua regional; carece de sentido en cualquier otra especialidad. ¿Acaso no somos todos ciudadanos de un mismo país? ¿No contamos con una lengua común, el español, hablada por 500 millones de personas en todo el mundo? Ciertamente, tras este requisito no existe una intencionalidad puramente cultural, sino de calado político. Y esa intención no es otra que asegurarse el control de todos los soportes que sustentan esos reinos de taifas en que se han constituido las CC AA, comenzando por una de sus principales bases: la educación.
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