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Cacique blanco y república bananera

5 de Enero del 2017 - Eduardo Fernández Quiñones (Grado)

Una de las diferencias entre un demócrata y un totalitario es que el demócrata quiere hacer cambios en el sistema y el otro, destruirlo.

Todo ello porque la idea básica del demócrata es que quiere pensar en mejorar la solución dada. El totalitario tiene fe en un paraíso de solución completa como el que presenta el Islam con un par de libros.

Si se pudiera resumir todo el saber que hay que manejar en las leyes... ¡sólo en las leyes! Acerca de resolución técnica, conflictos, desarrollo, relaciones internacionales y producción técnica y científica... Los del Aranzadi habrían publicado el Corán.

Con eso y, vista la "filosofía" ésta de ahora tan moderna de dejar las decisiones importantes a iletrados que siguen reglas dictadas por teóricos de una sociedad que no existe desde hace dos siglos, salvo en sus paraísos comunistas (Corea del Norte...) o neofascistas (Arabia, EE UU...). Con eso, digo, el problema de la democracia es la propaganda que rebaja las ideas a pasiones y formula las soluciones, cuando se dan, con palabras seudocientíficas o indeterminadas.

No hay solución radical, hay cambio paulatino o la nada.

Una vez más, estamos a un cacique de la catástrofe porque la democracia no está autocontenida. La prueba está en la iteración repetida de Cataluña, que ha creado ese convencimiento de raza y ruptura con conceptos equivocados como el de la invasión y toda la plétora de teorías conspiranoicas sobre invasiones e historias inventadas que parecen aquel decimonónico pangermanismo sobre el que se construyeron los Reichs, destinados a vivir mil años y a erradicar a los andaluces de la faz de la tierra.

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