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Nos comen los gochos

9 de Enero del 2017 - Miguel Ángel Pérez Suárez (Madrid)

El pasado día 4 de enero el arquitecto Juan Pedrayes apostaba en este diario por rediseñar la planificación de la comunidad autónoma para atender su nueva distribución. Y proponía varias medidas rediseñar el desarrollo rural y frenar la despoblación y la desagrarización. Sus ideas, o las del nunca suficientemente escuchado Jaime Izquierdo, y las de otros son palabras en el aire. Las quejas de los ganaderos y paisanos de nuestros pueblos, más todavía.

Desde entonces se ha hablado bastante del asunto, pero hace casi tres lustros, de lo primero que se publicó sobre la hierba de la Pampa y como nos acabaría apareciendo hasta en la sopa si no se ponía remedio a su expansión tuvieron a bien publicárselo al que suscribe en un diario asturiano. Fue un 28 de diciembre de 2003, pero no, no era una inocentada. La entonces viceconsejera, hoy responsable de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente, Belén Fernández, aseguró que la Universidad de Oviedo estaba haciendo un estudio. Casi quince años después, cada año los llamados plumeros los vemos en más sitios, y lo primero que pienso en otoño al viajar por Asturias es que serán imposibles de erradicar. Pero si usted se da un paseo por cualquier ruta verá que los árboles son literalmente asfixiados por la hiedra. Y no es la única, dense un paseo por la vera de cualquier río y verán.

Son solo unos ejemplos de la desidia, el abandono, el olvido y el desprecio por el medio rural, que en Asturias son dignos de estudio. Nadie diría que tenemos la naturaleza ni la historia que tenemos. Creo que es una bomba de relojería. De la que -la mayoría- se acordará coyunturalmente cada vez que suframos, por ejemplo, unos incendios devastadores, o unas riadas históricas, y luego volveremos a lo nuestro.

Mientras, los paisanos tienen que cultivar lo poco que siembran o plantan con medidas de protección contra las alimañas cada vez más sofisticadas -pastores eléctricos, espantapájaros, barreras- porque les comen los gochos: los jabalíes o los cerdolíes, o los lobos. Eso sí, si se pasean por Oviedo entonces son noticia. Lo malo es que a algunos hasta les parece divertido y no el síntoma de un drama y un desastre ambiental, económico, sociológico y hasta político.

Y mientras ignoramos las quejas y los lamentos de nuestros paisanos -desde hace décadas- el tiempo no ha dejado de correr: mientras los pueblos se terminan de despoblar del todo, el tiempo corre; y la maleza crece por doquier. Unas determinadas condiciones meteorológicas, junto a la desidia y/o el loco pirómano de turno, un rayo, una imprudencia, harán el resto. Y entonces veremos de nuevo la fuerza de los elementos - el fuego, el agua-. Ya les contarán en este diario o en cualquier otro medio la próxima tragedia. A esperar. Y mientras, a debatir tonterías y lanzarse improperios en la Junta General.

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